Anoche me dejé el monedero en un taxi.

Pagué con la tarjeta que llevaba configurada en el móvil. Al rato, me di cuenta de que no llevaba el monedero y que el bolsillo de la mochila estaba abierto así que se me puede haber caído por la calle. He intentado hablar con todas las compañías de taxi de la ciudad, pero el número de licencia que quedó registrado en la cuenta del banco cuando pagué con la tarjeta no pertenece a ninguna de ellas.

El problema, además del dinero, es el mismo que ha tenido todo el mundo en esta situación: el dni, las tarjetas del banco y el carné de conducir. En mi caso, además, las tarjetas y el carné de conducir son de Mordor, así que ya veremos cómo me las apaño hasta mi vuelta. Afortunadamente, tengo pasaporte para coger el vuelo.

Mi TDAH y yo estamos acostumbrados a estas situaciones y seguro que cualquiera podría haber aprendido una lección importante, pero no, NOS no hemos aprendido nada, ni aprenderemos nada. Y lo peor son los «deberías» y «¿pero cómo se te ocurre?», «¿pero no has pensado?»… Pues no, no lo he pensado. Pues no, no se me ha ocurrido.