Estoy entre resacoso, muerto del cansancio, estresado por la cantidad de trabajos que tengo que corregir y, a la vez, muy feliz por los últimos acontecimientos. Es uno de esos momentos en que pienso, de nuevo, que lo tengo todo en la vida, excepto a mi madre, que se nos fue hace años ya y a la que sigo echando de menos todos y cada uno de los días. De todo lo demás, lo tengo todo. Podría tener más, siempre, pero sería una cuestión de cantidad, no de calidad: podría tener un coche más grande, cobrar el doble, tener más tiempo libre y no tener dolores de espalda, pero lo tengo todo.
Virgencita, virgencita.