Hoy he dado la última clase a mis estudiantes de tercero con contenido real sobre psicología: hemos tratado la teoría del apego y las investigaciones de Ainsworth, de las que hablaré en otro momento. Quizá mañana. A partir de ahora sólo daré clases de revisión y preparación de examen y de métodos de investigación (rollazo al canto) hasta fin de mes. Mi momento como profesor de psicología está terminando. Después, el abismo.
Es el fin de una etapa para mí. Pongo punto y final a la enseñanza de la psicología, un período que me ha permitido crecer profesionalmente de una forma que no esperaba y que me ha dado una satisfacción personal enorme. La administración del centro me ha dado días libres cuando me salido del arco del triunfo, sin rechistar y sin preguntar, me ha dado lo que he necesitado y me han empujado a hacer las cosas mejor. Además, he tenido la oportunidad de trabajar con un equipo de compañeras y compañeros geniales, profes por devoción y convicción, que siempre han estado ahí cuando los he necesitado, que han respetado mi forma de trabajar escrupulosamente y que me han acompañado durante estos años: pasé de una vida gris y estúpida, acompañado de personas francamente imbéciles, si no malvadas (dos personas malvadas, en concreto) a un estado de euforia permanente en todos los sentidos, rodeado de mi gente y haciendo lo que me peta en la vida, como estoy ahora.
Nota Bene: Tener a tu peor enemigo en casa durante doce años (¡doce años!) te deja paralizado, te desangra el alma, te aleja de tu vida y tu gente y te vacía la cartera. Pero luego va y a las dos semanas comprendes que a enemigo que huye, puente de plata. Y entonces te viene una oleada de alivio y alegría que te dan ganas de gritar.
Cada vez que pienso en la decisión que he tomado, me entra un vértigo enorme; creo que no sé exactamente lo que estoy dejando. Sí, que vale que es un reto, que voy a avanzar profesionalmente y que era una oportunidad que no podía dejar escapar que me va a permitir aprender más y hacer más cosas con mi vida, por motivos que no vienen al caso (y por dinero, claro). Pero no puedo dejar de sentir una tristeza intensa por lo que dejo, por tantísimos buenos momentos en clase y por haber conseguido que veintitantos estudiantes, que yo recuerde, terminaran siendo aceptados en unos programas de psicología de la hostia, en Copenhague, en Aarhus o fuera del país. El corazón me explota cada vez que lo pienso. Ahora toca doble salto mortal con tirabuzón inverso, voltereta lateral y pino puente.
Escribo esto con la sensación de ir cuesta abajo y sin frenos, a grito pelado porque parece que me vaya a estampar a toda velocidad.
Mucha gente habla de la autoestima como equivalente a «quererse a uno mismo / a una misma» cuando, en realidad, es un concepto que no es positivo o negativo en sí mismo. También escucho decir que tal persona «tiene la autoestima muy baja», como si fuera algo inmutable a lo largo de la vida y que fuera el resultado de las decepciones pasadas o incluso el maltrato. La autoestima, para mí, es un constructo un poco difuso, que no se entiende a nivel popular y que tenemos tendencia a asociar con valores como la humildad o la resignación.
La autoestima, en general, es la valoración que hacemos de nosotros mismos, incluyendo nuestras cualidades, habilidades y defectos y que emerge de cuatro pilares fundamentales:
Autoconocimiento. Conocerse a sí mismo, tanto las fortalezas como las debilidades, nos permite aceptarnos tal y como somos, sin compararnos con los demás.
De lo anterior surge la autoconfianza: la creencia en nuestras capacidades para afrontar los desafíos de la vida. La autoconfianza nos permite tomar decisiones, asumir riesgos y perseguir nuestros objetivos.
La autoaceptación es otro pilar fundamental y se refiere a la aceptación más o menos incondicional de nuestras imperfecciones y errores como parte de la vida, sin resignarse, sino aprendiendo de ellos para mejorar continuamente.
La consecuencia resulta ser el autocuidado, que se refiere (sorpresa) a la medida en la que tenemos en cuenta nuestro bienestar físico y mental.
Ni tener la autoestima alta significa ser arrogante o soberbio, ni lo contrario significa ser humilde. Tampoco es correcto pensar que la autoestima se vincula exclusivamente en cómo nos ven los demás o que solo se trata de sentirnos felices todo el tiempo. La autoestima también implica aceptar nuestras emociones negativas y aprender de ellas.
La autoestima es una compleja red de pensamientos, sentimientos y comportamientos que influyen en nuestro bienestar general. Cultivar una autoestima sana es un proceso continuo que requiere dedicación y esfuerzo y todos y todas hemos sufrido por tener un pobre autoconcepto, ajustado a la realidad o no. Una autoestima saludable se traduce en un mayor bienestar emocional, mejores relaciones interpersonales, mayor éxito en la vida personal y profesional, y una mayor capacidad para afrontar los desafíos de la vida, eso está claro.
Recuerda, y creo que eso es importante, que la forma en que nos vemos varía constantemente, según lo que nos ha ocurrido ese día, depende del cansancio, de lo que hemos comido, de la educación que hemos recibido, de si estamos en paro, de si nuestro cuerpo no es normativo y de muchísimas otras variables, casi todas fuera de nuestro control.
Estoy corrigiendo los trabajos de fin de carrera y de 21 estudiantes, 7 han dado positivo por plagio y otros 5 tengo la sospecha de que han usado ChatGPT. Estamos desbordados: no sabemos de qué forma podemos solucionar un problema que está impidiendo que podamos evaluar correctamente mediante trabajos de investigación.
La prevalencia del plagio entre los jóvenes ha crecido exponencialmente, en parte impulsado por el acceso a tecnologías avanzadas como ChatGPT. Esta herramienta, aunque diseñada para facilitar la interacción y la generación de contenido, también se ha convertido en una espada de doble filo muy tentadora que puede fomentar prácticas académicas deshonestas. Y digo tentadora porque, aunque sabes que ese texto no lo ha escrito tu estudiante, porque sabes cómo escribe, su capacidad de análisis, la cantidad de información que maneja, es imposible encontrar evidencias indiscutibles de que ha usado inteligencia artificial. Por tanto, es casi imposible tomar medidas administrativas para resolver la situación.
La facilidad con la que los chavales pueden obtener información instantánea y bien redactada mediante ChatGPT es la clave: nunca ha sido tan sencillo escribir un trabajo. Además, especialmente en ciertos estudios, la presión académica y la competencia entre compañeros pueden impulsar a algunos a buscar atajos para cumplir con las expectativas para quedar por encima de los demás. La presión académica que ejercen algunas familias es insoportable y terminan asumiendo que tienen que brillar en todas las asignaturas. Que está claro que son ellos quienes toman la decisión y podían optar por hacer el esfuerzo o exponerse a una nota más baja, pero sinceramente creo que nunca hemos dado tanta importancia a los resultados académicos como hasta ahora y creo que es nuestra responsabilidad, la de profesoras y familias, aliviar el estrés que sufren y no echar más leña al fuego.
Por no hablar de los problemas de detección. Como he dicho, la capacidad de ChatGPT para generar contenido original y coherente hace la distinción entre el trabajo auténtico y el plagiado. Los algoritmos de detección de plagio a menudo se enfrentan a la tarea de identificar similitudes sutiles en la redacción, lo que puede llevar a falsos negativos o positivos. Y aunque sepas que suena a ChatGPT, porque terminas desarrollando un olfato para eso, es imposible probarlo. Sé que me estoy repitiendo, pero es una de las claves del problema al que nos enfrentamos. La adaptabilidad de la inteligencia artificial para generar contenido único puede confundir a los sistemas de detección convencionales, permitiendo que el plagio pase desapercibido. Son tan buenos estos sistemas que cada semana que pasa es más difícil lidiar con el asunto.
Abordar el problema del plagio entre los chavales hoy día, en mi opinión, requiere un enfoque integral que incluya la promoción de prácticas académicas éticas, la comprensión de las implicaciones a largo plazo del plagio y el desarrollo de tecnologías avanzadas de detección que puedan adaptarse a la evolución constante de las herramientas como ChatGPT. Pero, sobre todo, hay que dejar de agobiar a los y las estudiantes conque tienen que sacarse carreras universitarias, a ser posible doble titulación, con prácticas, tres idiomas y que tengan una vida.
Hoy he hablado por teléfono con la que va a ser mi segunda de a bordo en el centro del que me han nombrado director. Hemos estado una hora y media discutiendo planes, decidiendo plazos, distribuyendo tareas y pensando cómo subir los sueldos de manera razonable para no pillarnos los dedos.
Es un centro financiado públicamente y la plantilla son (somos) funcionarios, pero tenemos margen para subir los salarios, siempre que esté justificado y Copenhague apruebe el presupuesto. La verdad es que no tengo ni idea de cómo funciona en España, pero sé que lo que cobran los maestros y todo el personal de los centros públicos está determinado por ley. Aquí establecen unas bandas en las que te puedes mover porque entienden que los salarios pueden negociarse localmente dependiendo de las características del centro. También os digo que con el mínimo que marca el ministerio, los sueldos de las maestras y los maestros es bastante digno y el poder adquisitivo es equivalente al de los funcionarios de rango medio-alto. En definitiva: están bastante bien pagados.
Total, explicado lo anterior, que me enrollo últimamente como las persianas, hemos estado una hora y media hablando y al final ya no sabía ni cómo me llamaba. Por suerte, ella tampoco y hemos empezado a desvariar no sólo con lo que teníamos que hacer, sino con historias de nuestra vida personal. Pero encanados de la risa. Y yo, últimamente no paro de reírme y cuando empiezo me atasco muchísimo.
Sé que es un post intrascendente, pero este blog es mío y me lo follo cuando quiero. Como dijo Salustio, que sabemos que todo en latín suena más interesante:
Llevo más de una década viviendo en un pueblo de Dinamarca, cerca de la frontera con Alemania. Hablo el idioma con fluidez y conseguí trabajo a los nueve meses de mudarme desde Valencia. Tengo un entorno de apoyo social, tengo un piso, no tengo problemas económicos y puedo permitirme viajar a España cuando me peta. Pero me sigo sintiendo un extranjero aquí. El problema es que, poco a poco, me he convertido en un extranjero en Valencia. Soy de allí, tengo amigos y familia, conozco la ciudad perfectamente. Y aún así, a veces tengo la sensación de que veo todo por televisión, como cuando tengo que ir al médico. Todo me parece engorroso y difícil y hay cosas que me molestan muchísimo, como el ruido, el olor o algunas costumbres que tiene la gente y que eran mías antes de mudarme.
Además, soy siempre el que no está en los momentos importantes de mi gente y aunque tengo buenos amigos aquí, siempre tengo esa sensación de que me estoy perdiendo algo allá. Y me ocurre, a pesar de que, como he dicho, puedo permitirme el lujo de ir cada dos o tres semanas a pasar el fin de semana, ver a mi gente y respirar el humo de la ciudad. Esa sensación es parte de lo que en psicología se conoce como estrés aculturativo. No puedo quejarme y no me quejo. Hay gente que está en peor situación que yo y que pasa seis meses, un año, dos años en poder volver a casa de visita. Yo voy cada dos o tres semanas. Mi situación no es tan grave. Pero aún así, me cuesta.
¿Qué es el estrés aculturativo?
El estrés aculturativo es un fenómeno psicológico que surge cuando un individuo se enfrenta a la adaptación a una nueva cultura o entorno sociocultural. Esta experiencia puede generar tensiones emocionales y situaciones psicológicas estresantes porque implica ajustarse a valores, normas y costumbres diferentes de aquellas a las que se está acostumbrado. Las causas subyacentes del estrés aculturativo son complejas , y las consecuencias psicológicas pueden afectar la salud mental de manera importante.
Las personas que experimentan estrés aculturativo a menudo se encuentran en situaciones de cambio cultural abrupto, como la migración, la expatriación o la inmersión en una nueva sociedad. A dios gracias que lo mío fue voluntario y con la intención de mejorar mi vida. La transición cultural puede desencadenar una serie de desafíos, ya que los individuos se enfrentan a la tarea de adaptarse a un conjunto diferente de normas sociales, valores y expectativas, muchas veces implícitas y difíciles de ver. Este proceso puede generar un conflicto interno entre las prácticas culturales previas y las nuevas que termina generando este tipo de estrés.
Las causas del estrés aculturativo pueden variar según la situación individual, pero algunas de las principales incluyen la pérdida de familiaridad y seguridad, la barrera del idioma, la discriminación percibida y la falta de apoyo social. La pérdida de la red de apoyo y las estructuras familiares puede dejar a los individuos sintiéndose aislados y desamparados, aumentando así los niveles de estrés. La barrera del idioma, por otro lado, puede dificultar la comunicación y la comprensión, creando un ambiente en el que el individuo se siente excluido o incomprendido.
La discriminación percibida también desempeña un papel crucial en la generación de estrés aculturativo. La experiencia de ser tratado de manera diferente debido a factores como la nacionalidad o el origen étnico tiene un impacto negativo en la salud mental. La falta de apoyo social, ya sea por la ausencia de una red de amigos o familiares, puede exacerbar aún más el estrés, puesto que el individuo carece de recursos emocionales para enfrentar los desafíos.
Las consecuencias psicológicas del estrés aculturativo son diversas y pueden afectar la salud mental de diferentes maneras. La ansiedad y los síntomas depresivos son habituales, ya que el individuo se siente abrumado por las demandas emocionales y cognitivas de la adaptación cultural. Además, el estrés aculturativo puede contribuir al desarrollo, en casos extremos, de trastornos de estrés postraumático, especialmente en casos de migración forzada o experiencias traumáticas asociadas con la transición cultural.
Otro aspecto relevante es el impacto en la autoestima y la identidad personal y cultural. Enfrentarse a una nueva cultura puede generar dudas sobre la propia identidad, llevando a una búsqueda de equilibrio entre la preservación de las raíces culturales y la integración en la cultura adoptiva. Esta lucha interna puede generar conflicto psicológico y emocional, afectando la autoimagen y la autoestima del individuo porque al final no sabes quién eres, cómo te defines y cómo quieres que te vean los demás.
En términos de salud física, el estrés aculturativo también puede tener consecuencias negativas. Algunos estudios sugieren que el estrés crónico derivado de mudarse a otro país, por la razón que sea, puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, trastornos gastrointestinales y otros problemas de salud vinculados con este tipo de situaciones ansiógenas (Kim et al. 2017). Además, la relación entre el estrés aculturativo y el aumento de comportamientos de riesgo, como el consumo de sustancias y la adopción de hábitos poco saludables, también ha sido documentada en la literatura científica.
¿Qué se puede hacer?
Es esencial abordar el estrés aculturativo desde una perspectiva holística, reconociendo la complejidad de las causas y las diversas manifestaciones de sus consecuencias psicológicas. La intervención psicológica y el apoyo social, de nuevo y como en todos los casos de problemas relacionados con el estrés y la ansiedad, son fundamentales para ayudar a los individuos a enfrentar estos desafíos de manera efectiva. La psicoterapia «culturalmente sensible», que tiene en cuenta la diversidad cultural y la singularidad de la experiencia del individuo, puede ser especialmente beneficiosa en la gestión de esta situación.
Yo me he tenido que adaptar a la cultura danesa, a una nueva forma de trabajar, he aprendido el idioma y me he desvinculado de mis amigos y de mi familia. Pero me ha ido bien porque soy un privilegiado. Aún así, yo también he sufrido situaciones estresantes que no habría vivido si me hubiera quedado en Valencia. He perdido la familiaridad con mi entorno, he sudado lo mío para aprender danés, me he sentido discriminado y a veces me he sentido muy solo. He tenido la inmensa suerte de que no he tenido que ir a terapia por eso y me he integrado razonablemente bien, con esfuerzo, pero más o menos lo he conseguido. Pero no puedo evitar sentirme doblemente extranjero. Y eso, por muy bien que te vayan las cosas, es difícil.
No puedo ni imaginarme la situación por la que pasan los millones de personas que tienen que emigrar en circunstancias muchísimo peores que la mía. Tiene que ser un horror.
Referencias
Berry, J. W., & Kim, U. (1988). «Acculturation and mental health». En Cross-Cultural Psychology, 19(4), 415-455.
Berry, J. W. (1997). «Acculturation: Theory, models and some new findings.» En Annual Review of Psychology, 48, 337-366.
Kim, I. H., Noh, S., & Choi, Y. (2017). «Acculturative stress, work-related psychosocial factors, and mental health among Asian migrant workers: A mixed-methods study.» En International Journal of Environmental Research and Public Health, 14(12), 1486
Liebkind, K. (1996). «Acculturation and stress: Vietnamese refugees in Finland.» En Journal of Cross-Cultural Psychology, 27(2), 161-180.
Padilla, A. M., Wagatsuma, Y., & Lindholm, K. J. (1985). «Acculturation level and the stress of migration.» En International Migration Review, 19(2), 299-331.
Ryder, A. G., Alden, L. E., & Paulhus, D. L. (2000). «Is acculturation unidimensional or bidimensional? A head-to-head comparison in the prediction of personality, self-identity, and adjustment.» En Journal of Personality and Social Psychology, 79(1), 49-65.
Últimamente me he dado cuenta de que muchísima gente se mete drogas para follar. En Valencia, en concreto, hay una que, por lo que he visto, destaca muchísimo en Grindr: cada dos por tres me preguntan si quiero meterme, si tengo, si vendo o si conozco a algún camello. Generalmente se ve a la peña que va de ese rollo porque en el perfil incluyen una arroba (@) para decir que o venden, o quieren, o tienen o ya van colocados.
La «flakka» o «alfa», nombre habitual de la alfa-pirrolidinovalerofenona (α-PVP), ha entrado con fuerza en el chemsex. Se utiliza porque da un subidón intenso, una sensación de euforia y desinhibición en aquellos que buscan experiencias más allá de lo convencional en el sexo. Como el popper, pero menos intenso y muchísimo mas largo. Sin embargo, desde el punto de vista psicológico, su naturaleza impredecible y su capacidad para inducir comportamientos impulsivos pueden llevar a experiencias completamente diferentes de lo que inicialmente se buscaba. Estos efectos, cómo no, van de la mano con una lista de consecuencias no deseadas y mucho más peligrosas.
Entre los efectos no deseados se encuentran la agitación psicomotriz y los comportamientos agresivos, creando una mezcla volátil que puede resultar en situaciones peligrosas tanto para la persona que consume la sustancia como para quienes están a su alrededor. Vamos, que se te va la olla. Puede inducir paranoia y alucinaciones. Aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial hasta llegar a niveles de riesgo altísimos. Además, se asocia con la hipertermia, un aumento peligroso de la temperatura corporal que puede desencadenar complicaciones de salud graves, incluyendo daño a los órganos internos. En algunos casos, Se ha vinculado la α-PVP a la aparición de edema pulmonar y enfermedad coronaria.
Luego está su potencial adictivo, que no podemos tomarnos a la ligera. Actúa sobre el sistema dopaminérgico (e. d., libera dopamina, el NT del placer y el aprendizaje) y puede generar patrones de conducta compulsiva y una búsqueda constante de la sustancia para recrear esos momentos de placer intenso. La rapidez con la que se desarrolla la adicción puede depender de diversos factores, incluida la frecuencia de uso, predisposición genética y la presencia de otros problemas de salud mental.
Fumar alfa, el chemsex y lo que te hace en la cabeza
Participar en chemsex, la práctica que involucra el consumo de sustancias psicoactivas durante encuentros sexuales, presenta una serie de peligros significativos. No es mi intención juzgar: simplemente presento unos hechos comprobados y conocidos por médicos y psicólogos.
Atención, una cosa que no sabías: el uso de cualquier droga puede tener consecuencias negativas para la salud física. Además, el chemsex a menudo se asocia con comportamientos sexuales de riesgo, incluyendo relaciones sin protección, con lo que te expones a contraer infecciones de transmisión sexual o el VIH. A nivel psicológico, el uso de sustancias puede desencadenar problemas como ansiedad, depresión y psicosis. Todas son peligrosas. Todas.
El riesgo de adicción es muy importante, ya que el uso repetido de sustancias durante el chemsex se vincula al desarrollo de dependencia en un altísimo porcentaje de usuarios. La posibilidad de sobredosis también está presente, especialmente cuando se combinan diversas sustancias sin tener en cuenta sus interacciones.
Algo de lo que la gente no habla también es que el chemsex también puede tener un impacto negativo muy importante sobre la autoestima y la percepción de uno mismo, ya que a veces se utiliza como una forma de lidiar con problemas de identidad o autoestima. Para liberarte y disfrutar de tu sexualidad no deberías drogarte. Podrías ir a terapia. Digo yo.
El chemsex puede contribuir al desarrollo o empeoramiento de problemas de salud mental, como ansiedad, depresión, trastornos de pánico y psicosis. La combinación de sustancias puede exacerbar síntomas preexistentes o desencadenar nuevos problemas de salud mental. Además, puede llevar a dificultades en las relaciones interpersonales, tanto a nivel romántico como social. La prioridad dada a las sustancias puede socavar la calidad de las relaciones personales y afectar la capacidad de establecer conexiones emocionales significativas.
Busca ayuda profesional y no te arriesgues, que la puedes cagar muchísimo, tío.