Llevo tres días sin escribir nada por aquí porque mi vida está a punto de dar un giro inesperado, como los acontecimientos.
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Hoy es un día muy emocionante. Tengo que hacer una cosa que me estoy muriendo por contar pero que no puedo por dos razones: porque no quiero que se gafe y porque no quiero tener que pasar la vergüenza de tener que decir que al final se ha quedado en ilusiones.
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Ojo, que Israel debería ser expulsada de todas las competiciones internacionales, incluyendo las deportivas. Hay vida mas allá de Eurovision.
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Colección de artículos open access de la Journal of Linguistics de Cambridge University Press.
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Israel no es el judaísmo, ni todos los judíos son sionistas
Una de las grandes victorias del sionismo es la narrativa que equipara criticar las acciones bélicas del estado de Israel con ser antisemita. En otras palabras, que la idea de que lo que está haciendo este país con los palestinos está totalmente justificado por la opresión que, durante milenios, han sufrido las poblaciones judías. En el momento en que nos preguntamos si podemos ser antisemitas por criticar a Israel, estamos muy cerca de justificar el genocidio contra los palestinos.
El sionismo es una ideología y un movimiento político nacionalista que busca el establecimiento de un estado judío en Palestina. Surgió en Europa a finales del siglo XIX y logró su meta con la fundación del Estado de Israel en 1948, aunque aprovechando que el Jordán pasa por allí, han visto un filón convenciendo a medio planeta de que tienen todo el derecho del mundo a defenderse matando a inocentes por los atentados de Hamás. No todos los judíos son sionistas ni justifican que su libertad dependa de la ocupación de Palestina, ni la creación del sistema de apartheid que mantiene a cinco millones y medio de personas encerradas, controladas y maltratadas. Por tanto, identificar el sionismo con lo judío es un error importante.
Israel no es el judaísmo, ni los judíos son Israel. No eres un antisemita por ser una persona con un mínimo de humanidad que piensa que matar a 30.000 personas y desplazar a dos millones alcanza unos niveles de brutalidad que no encaja con la idea de un país moderno, civilizado y democrático.
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Domingo por la tarde, 19:45
Estoy entre resacoso, muerto del cansancio, estresado por la cantidad de trabajos que tengo que corregir y, a la vez, muy feliz por los últimos acontecimientos. Es uno de esos momentos en que pienso, de nuevo, que lo tengo todo en la vida, excepto a mi madre, que se nos fue hace años ya y a la que sigo echando de menos todos y cada uno de los días. De todo lo demás, lo tengo todo. Podría tener más, siempre, pero sería una cuestión de cantidad, no de calidad: podría tener un coche más grande, cobrar el doble, tener más tiempo libre y no tener dolores de espalda, pero lo tengo todo.
Virgencita, virgencita. -
En otro orden de cosas, no sé ni por dónde empezar con la vergüenza ajena que dan estos dos individuos.
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Boicot a Eurovision
A estas alturas, a nadie le puede caber ninguna duda de que el estado de Israel viola los derechos humanos de la población palestina. No hablo sólo de la ocupación de territorios o la construcción de asentamientos ilegales, mediante el uso desproporcionado de la fuerza y la restricción a la libertad de movimientos que convierte a Palestina en un inmenso campo de concentración. Hablo del genocidio que estamos viendo en directo via Instagram, mientras coreamos las canciones de la delegación española en un evento que blanquea una matanza indiscriminada y hacemos campañas para que gane nuestra candidatura favorita.
¿Todavía hay que explicarlo? Pues vamos allá: Israel utiliza eventos como Eurovisión para blanquear sus acciones genocidas como parte de su estrategia de comunicación para contrarrestar las críticas. Participar en eventos culturales y deportivos internacionales permite al estado terrorista mostrar una cara amable de sí misma que forma parte de una táctica más antigua que el mear, como las olimpiadas del 2008 y el mundial de fútbol de 2018.
Juan Ramón Q. Sánchez tiene toda la razón cuando dice que Israel utiliza Eurovisión como pinkwashing, como el Orgullo en Tel Aviv, para desviar la atención de sus acciones consideradas criminales y opresivas contra la población palestina. Mientras tanto, perpetúa la opresión al colectivo LGTBIQ+ en Palestina. Marcel Pena escribe lo mismo: que Israel ha generado una narrativa que lo presenta como un país civilizado y abierto, donde las personas LGTBI pueden caminar libremente de la mano. Para conseguirlo retrata al pueblo palestino como “bárbaro”, “antigay” y, por lo tanto, merecedor de todo tipo de castigo. Y muchos maricones eurovisivos han caído en esta trampa.
La Unión Europea de Radiodifusión, para justificar la inclusión de Israel en el festival, dice: «Comprendemos las preocupaciones y las profundas convicciones sobre el actual conflicto en Oriente Medio, pero estamos comprometidos a asegurar que el Festival de Eurovisión siga siendo un evento apolítico, en el que compiten artistas y cadenas de difusión, no gobiernos”. Pero sí que han excluido a Rusia y Bielorrusia por motivos, guess what, políticos. ¿Que no es una participación de gobiernos? Oficialmente, no. Pero la mayoría de televisiones que participan, con alguna excepción, son financiadas por los estados participantes, así que ese argumento no cuela. ¿Por qué Rusia sí y Israel no? Porque Israel tiene pasta, ni más ni menos.
Las vidas de los palestinos no nos importan si se trata de Eurovisión y hacer como si nada estuviera pasando nos hace cómplices de la masacre que el estado genocida. Mientras, nos utilizan a los maricones para pasar por un estado civilizado, moderno y democrático y no lo que es, una máquina de destrucción que quiere la aniquilación de un pueblo que debería ser libre. No es posible justificar la guerra poniendo sobre la mesa el sufrimiento de las personas LGTBIQ+ en Palestina porque es perfectamente posible defender los derechos de estas personas y, a la vez, denunciar la guerra.
No es tan difícil: puedes ver el festival cuando haya acabado, que no te vas a morir. Puedes apagar el televisor cuando salga la canción israelí, que en el fondo es una tontería: seguro que no solucionamos nada, ese argumento me lo sé, pero tampoco se solucionaba nada, en teoría, aplaudiendo a los sanitarios durante las restricciones del covid, o manifestándose contra el gobierno. ¿Es antisemitismo protestar? No, no lo es. Protestas contra la guerra, contra el sionismo, contra el asesinato. No contra lo judío, que no te coman la cabeza.
Cualquier persona con dos dedos de frente y con un mínimo de humanidad no debería quedarse tan pichi con todo esto.
Boicot a Eurovision 2024.
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At tage store beslutninger
At tage store beslutninger kan være en udfordrende proces. Det er ofte en tid, hvor vi står over for vores egne usikkerheder, frygt og tvivl. Vi kan føle os overvældede af de mange muligheder, der ligger foran os, og af det ansvar, der følger med at træffe et valg, der kan have langvarige konsekvenser.
Når vi står over for store beslutninger, kan vi føle os fanget mellem vores hjerte og vores hoved, mellem det, vi ønsker, og det, vi tror, er bedst for os. Vi kan bekymre os om, hvad andre vil tænke, og om vi vil fortryde vores valg i fremtiden.
Men det er også vigtigt at huske, at det at træffe store beslutninger også er en mulighed for vækst og selvopdagelse. Det er en chance for at lære mere om, hvem vi er, hvad vi værdsætter, og hvad vi ønsker for vores liv. Det er en tid, hvor vi kan træde ud af vores komfortzone og tage skridt mod at skabe det liv, vi ønsker.
Det kan være svært, at træffe store beslutninger, men det er også en vigtig del af vores rejse. Og uanset hvad vi vælger, er det vigtigste, at vi lærer og vokser fra vores erfaringer.