Me estoy leyendo Después de lo trans, de Elizabeth Duval, que dice que está hasta el coño de ser etiquetada como una «activista trans» antes que reconocida por su labor como escritora o filósofa. El ensayo no se limita a la autoficción ni a un panfleto superficial, sino que es una serie de reflexiones sobre la cuestión trans desde una perspectiva más bien, digamos, ecléctica. Aunque a veces se lía y el texto me parece a veces tan caótico que resulta difícil de leer, la verdad es que la lectura deja bien claro que «lo trans» es más complejo de lo que los modernos y las modernas nos pensamos.
Menciona a Monique Wittig en muchas ocasiones. Es una de esas autoras que pasa desaparecida entre los cismaricones de pro, entre los que me incluyo (blancos, occidentales, con educación superior y en situación económica privilegiada) y creo que, cuando nos da por ponernos a hablar ponitificando sobre feminismo, yo el primero, nos olvidamos de figuras como ésta: Monique Wittig fue una escritora y teórica feminista francesa (1935 – 2003), cuyo trabajo influyó significativamente en la teoría feminista, especialmente al feminismo radical y al lesbofeminismo. No pretendo ser exhaustivo, pero allá van cuatro pinceladas sobre por qué los maricones que nos llamamos feministas tenemos que conocerla y por qué deberíamos venerarla por la contribución de su pensamiento a no sentirnos esos degenerados con el cerebro diferente a los heterobásicos.
¿Qué dice Monique Wittig?
Monique Wittig desafía la idea de que la heterosexualidad es natural o inevitable, proponiendo en su obra la noción de «heterosexualidad obligatoria». Esta perspectiva sostiene que la sociedad impone la heterosexualidad como la única forma válida de relación sexual y amorosa, perpetuando así un sistema normativo que margina otras expresiones de afecto y deseo. Así, busca desmantelar esta norma, argumentando que la heterosexualidad obligatoria contribuye a la opresión de las mujeres al limitar sus opciones y al asignarles roles basados en una estructura patriarcal que subyace en la construcción de la sexualidad.
Su obra también es pionera al desafiar la idea de que el género es una expresión natural o biológica, proponiendo en cambio que se trata de una construcción social, ese gran melón. Su crítica va más allá de la binariedad tradicional de género, argumentando que la categoría «mujer» es una construcción social que no refleja una esencia compartida. Wittig deconstruye estas categorías, abogando por una comprensión del género como un artefacto cultural que puede y debe ser desafiado para liberar a las mujeres de las limitaciones impuestas por una sociedad patriarcal.
Una de sus contribuciones más significativas es su defensa del lesbianismo como una forma de resistencia política contra la opresión patriarcal. Argumenta que las relaciones lésbicas desafían la estructura heterosexual normativa y cuestionan la idea de que las mujeres existen en función de los hombres. Wittig ve en el lesbianismo una subversión activa que va más allá de las normas sociales impuestas, promoviendo así una visión de la sexualidad que escapa de las restricciones impuestas por el sistema patriarcal.
Además, critica la noción de una «identidad mujer» universal, argumentando que esta categoría es limitante y no refleja la diversidad de experiencias de las mujeres. Su enfoque va en contra de las corrientes esencialistas del feminismo, que buscan definir una esencia común para todas las mujeres. Wittig aboga por la liberación de las mujeres de las definiciones restrictivas, fomentando una comprensión más compleja y diversa de las identidades de género que no se base en conceptos predefinidos, sino en la autodeterminación, ese gran problema teórico, y la diversidad de experiencias individuales y colectivas.
Los maricones, esos abanderados del feminismo y lo LGBTIQ+
Hay que decir que la obra de Wittig ha sido objeto de diversas interpretaciones y debates dentro del feminismo. Pero al mismo tiempo, a los maricas siempre se nos va la mano con lo de ser aliados del feminismo mientras ignoramos la obra de autoras como ésta. Wittig no es tan conocida en los círculos gay de a pie porque su trabajo, centrado en la crítica feminista y queer, puede que no resuene directamente con nuestras experiencias y preocupaciones. Además, la diversidad de perspectivas dentro de la comunidad LGBTIQ+, de la que siempre nos hemos creído abanderados, significa que no todos los individuos comparten los mismos intereses o se identifican con las mismas corrientes teóricas,… y todo el mundo sabe que los maricones siempre nos estamos mirando el rabo ombligo.
Qué pesados somos y qué buen par de hostias nos merecemos.
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