Justo después de levantarme me he dado una vueltecica por EL PAÍS para animar este día que ha empezado mal después de una noche que ha acabado peor todavía. Sospecho que el Ayuntamiento de Valencia, en plenos ánimos falleros, ha decidido cargar contra los estorninos –sturnus vulgaris– de la Gran Vía del Marqués del Turia a las seis y media de la mañana. Si no conocéis Valencia tenéis que saber que tenemos cuatro grandes vías –que no son más que dos avenidas muy largas, dos–: la primera, si entras por la Avenida del Puerto, es la Gran Vía Marqués del Turia, después, la Gran Vía de Germanías, pasas el túnel de la Estación del Norte y llegas a la Gran Vía de Ramón y Cajal y, a partir de la Plaza de España, la misma avenida se llama Gran Vía de Fernando el Católico. No sé qué sentido tiene llamar a una misma calle con varios nombres. También le pasa a la Calle Colón, que luego se convierte en Xàtiva y termina en Guillem de Castro, en pleno centro de la ciudad.
Bueno, pues la Gran Vía del Marqués del Turia tiene unos árboles enormes y allí hacen su casita los estorninos, que son unos pajarillos bastante corrientes y que tienen la fea costumbre de juntarse a razón de miles por bandada, de ponerse a gritar como histéricos a partir de las seis o las siete de la tarde y de dejar un rastro de mierda allá por donde van, con lo que pasear por esa calle es un deporte de riesgo. Este ayuntamiento, fallero donde los haya, decidió en su día espantarlos por medio de cohetes, que de eso sabemos un rato por estos lares. Esta alborada pasada, Manolo y todos los perros de la contornada, que son más bien antifalleros, se han puesto hechos unas fieras y a ladrar como si hubieran visto al mismísimo Satanás. Eran las seis y media. Me levanto, tranquilizo a Manolito, que estaba en modo stand-by, pero él, erre que erre, ladrando, y, cuando he vuelto a la cama, escucho un trueno y me he cagado en los falleros por adelantar la fiesta un mes. Otro trueno. Y otro. Y otro. Y otro. Habrán sido unos veinte, con las consiguientes protestas de los canes del vecindario y demás animales –vecina incluida, la que me llama desgraciado por haberla amenazado con llamar a la guardia civil y acabar en la crónica de sucesos de la gaceta parroquial, pero eso es otra historia–… Definitivamente, o eran los falleros, cosa que dudo, o era que el Ayuntamiento de Valencia ha decidido adelantar el horario oficial de espante de estorninos. Total, que he terminado con los ojos como platos, me ha costado ni se sabe volver a conciliar el sueño y me he levantado a las tantas.
Todo esto no sé por qué lo decía. Pero vuelvo al asunto de mi visita a la web de EL PAÍS. He visto que dedicaban un par de artículos a Almudena Grandes y a su nueva novela, que tiene 900 páginas del ala y que trata de la memoria histórica, así que mal empezamos. Dice Jordi Gracia:
[…] esa novela muy bien armada que se crece en los meandros a menudo infinitesimales y en las exploraciones interiores exhaustivas, esa novela que recurre espontáneamente a la «amplificatio» como modo de desarrollo narrativo y modo de análisis de un destello de duda, o un recuerdo emborronado, o una lluvia ruidosa. Nadie en la novela española actual ensancha así el nervio vital de los personajes hasta crear una suerte de casa común, de convivencia física, que es un efecto literario que la novela contemporánea ha ido buscando a través de recursos elípticos.
Mal empezamos. Es justo el tipo de críticas que me echa para atrás, amén de que no dice nada. Bueno, sí, lo de la “amplificatio”, pero como no me da la gana ponerme a buscar en el manual de retórica que me tocó chuparme para la asignatura de literatura medieval –y conste que a mí me encanta aquello de “qué peras, qué manzanas, qué dulces avellanas” de no sé qué arcipreste–, pues así me quedo, sin entender un pijo. Y con las legañas colgando. ¡Guarro! Es que a mí lo de los “meandros a menudo infinitesimales” me ha dado que pensar y que decidir: no me leeré la novela, por el momento. Si además, me dicen que la amplificatio de las narices funciona a modo de análisis de un destello de duda, prefiero cortarme las venas, no sea que me vayan a ensanchar los nervios vitales, después de ponerme de los ídem, como a los personajes. Espantado quedo.
También leo que EL PAÍS va a sacar una reproducción de las portadas más interesantes –ya se sabe, 23-F, socialistas al poder, “No a la guerra” y similares– y recuerdo que hace unos días vi que habían organizado una charla digital con Carlos Ayala, de la junta directiva del Partido Pirata –atención a la foto pantojil, no tiene desperdicio–, que dijo cosas como (corto y pego):
Cuando compartimos, siempre que no haya ánimo de lucro comercial, lo que hacemos es SIEMPRE un bien a los autores: – Porque les damos a conocer – Porque, de lo anterior, se genera un hecho del que las entidades de gestion suelen hablar poco: más gente se interesa por ir a conciertos de artistas antes desconocidos y es un hecho que han aumentado los ingresos por conciertos, ademas de diversificarse. Y a nivel de cultura, ¿que duda cabe? Hace unos pocos años se preguntó a artistas famosos actuales que musica les habia influenciado y casi todos coincidian – Beatles, Elvis, etc -. Si esos artistas no hubieran podido acceder ala cultura de su epoca – cosa que no hubiera sido posible con la legislacion actual – casi nada de lo que conocemos hoy dia en el ambito cultural existiria. No me cabe duda: compartir cultura es bueno para la cultura y para todos.
No sé qué pensar. Mejor lo dejamos para otro momento. Animalia sumus.
PD: Me lean el post de Malayerba sobre los fachas y las peripecias de Ayma.
Deja una respuesta