No reírse de Murakami.
Categoría: Literatura
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Leer a los clásicos durante la infancia
En el post de un grupo de FB sobre literatura han preguntado cuál era el libro con el que los participantes se aficionaron a leer durante la infancia. Mucha gente ha respondido con libros como Cien años de soledad o El Quijote.
Aficionarse a la lectura a los 7 años con Cervantes me parece poco probable y, en cualquier caso, creo que hay obras más adecuadas. Podemos discutir si la saga de Harry Potter, Los Tres Investigadores o El Pirata Garrapata son mejores o peores, pero mi intuición me dice que la gente joven podrá coger el hábito con más facilidad que leyendo a Zolà o a Dostoyevsky. Dependerá también de qué lea la familia o qué actitudes tengan hacia la lectura, pero si tenemos que depender de que las familias conozcan y aprecien el canon literario, entonces nuestra infancia está jodida.
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"Leyes de mercado", de Richard Morgan
He terminado Leyes de mercado, de Richard Morgan –gracias, S. y S.–, en la edición de Gigamesh –ya sabéis: portadas horrorosas y líneas en Times que se hacen eternas– y lo recomiendo por segunda vez. Es rápido y fácil de leer y, además, no pude predecir cómo acababa hasta que leí las últimas páginas, lo que le agradezco de todo corazón. Ahora mismo acabo de pillarme Carbono alterado, del mismo autor, para empezarlo en cuanto me haya zampado el plato de arroz con pollo que me está esperando.
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Sputnik, mi amor
MURAKAMI, H., Sputnik, mi amor, Barcelona, Tusquets, 2005
Pág. 155
Si se me permite usar otra vez el ejemplo de los hermanos siameses, éstos no tienen por qué llevarse siempre bien. No tienen por qué esforzarse siempre en comprenderse el uno al otro. Lo más frecuente es, más bien, lo contrario. La mano derecha no sabe lo que hace la izquierda y la izquierda no sabe lo que hace la derecha. Entonces nos sentimos confusos, nos perdemos... y chocamos contra algo. ¡Badabum! -
And Madly Teach
- Título: And Madly Teach
- Autor: Lloyd Biggle, Jr.
- Fecha de publicación: 1966
And Madly Teach es un texto breve, de 46 páginas, que cuenta la historia de Mildred Boltz, profesora suplente en Marte. Boltz regresa a la Tierra para tomar posesión de una plaza como profesora de lengua y literatura inglesas después de muchos años de ausencia. La sorpresa llega cuando, después de visitar al superintendente -vulgo: el malo-, le introducen en el método de la Nueva Educación, que consiste en, ni más ni menos, enseñar por televisión:
-No hay exámenes -dijo [el superintendente]-. Ni ejercicios que revisar. Supongo que el sistema de educación en Marte todavía emplea estas cargas inútiles que obligan a estudiar a los alumnos, pero nosotros hemos superado las edades oscuras de la educación. si tiene usted la idea de abrumar a sus alumnos con exámenes y ejercicios, puede ir olvidándola. Esas cosas son síntomas de una mala enseñanza y no lo permitiríamos aunque fuese posible, […].
El asunto se va complicando: los profesores, como Operación Triunfo, compiten por aumentar sus índices de audiencia y, en cuanto uno de ellos obtiene un share muy bajo, ¡zas!, a la calle.
Con exactitud matemática, a las dos en punto Marjorie Mac Millan apareció en la pantalla y la primera impresión de sorpresa de la señorita Boltz fue ver que la profesora empezó a desnudarse. Sus zapatos y medias estaban cuidadosamente colocados en el suelo. En aquel momento comenzaba a deslizar la cremallera de su blusa. La profesora miró hacia el objetivo de la cámara.
-¿Qué es lo que hacéis ahí, pillines? Creí que estaba sola -dijo en un tono cariñoso.[…] La blusa cayó al suelo y lo mismo ocurrió con la falda.
La profesora permaneció durante un segundo ante la cámara ataviada solamente con unos «shorts» y un sujetador. […]El resto del argumento es menos sorprendente, pero es eficaz, al fin y al cabo.
Sorprende la actualidad de muchos de los motivos temáticos de este relato y, aunque el tiempo no ha pasado en vano -han pasado cuarenta años, ni más ni menos-, algunos planteamientos siguen siendo fuertes. También destaca porque huye de los motivos habituales durante ese tiempo: ni rastro de desastres atómicos, viajes espaciales, marcianos de plastikey y demás babosidades. Eso sí, profunda no es, universal, tampoco y está bastante desordenada. Los personajes van bastante justitos, son una panda de muppets sensibleros, polarizados en uno u otro bando.
Lo que sobresale del texto es el tema de la educación a distancia. El autor toma partido claramente a favor de la educación tradicional -y jerárquica-, donde el profesor transmite los conocimientos a los alumnos. También descuellan algunas escenas en las que los alumnos trabajan por grupos, dando sus opiniones sobre las lecturas y en discusiones plenarias, justamente lo que está de moda en estos momentos entre los pensantes de la enseñanza de idiomas. Biggle rechaza cualquier intervención tecnológica y la destierra para que el profesor ocupe el lugar que le corresponde, respondiendo así a la entrada de los métodos audiovisuales en el aula, que ya empezaba a finales de los 60 en EE.UU., Inglaterra o Alemania.
Este texto es original y su autor es muy poco conocido en España. Es difícil encontrar la traducción -que yo sepa, se publicó en Bruguera en el 71- y el original fue publicado por última vez en 1982 en la antología TV: 2000 en Fawcett Books, pero ya está descatalogado.
Lástima.- Artículo en la Wikipedia aquí.