Los señores directores también pueden usar utensilios de color rosa.
Categoría: Personal
-
-
¿Qué es la limerencia?
A raíz del artículo que enlacé ayer sobre por qué nos enamoramos de la gente que no está disponible, me puse a investigar sobre un término que no conocía, la «limerencia», que me sonaba a «la trabajación», pero existe.
La limerencia es un término acuñado por la psicóloga Dorothy Tennov en 1977 y describe el enamoramiento obsesivo y romántico, caracterizado por un intenso deseo emocional y físico hacia otra persona. A diferencia del amor, que puede ser sereno y maduro, la limerencia implica una obsesión que domina los pensamientos y comportamientos de quien la experimenta, llevándolos a una constante búsqueda de reciprocidad. Tennov identificó este fenómeno a partir de su propia experiencia clínica, destacando que es una experiencia frecuente pero a menudo mal entendida.
Este estado emocional se manifiesta con síntomas similares a los de una adicción: pensamientos intrusivos, fantasías persistentes y una necesidad apremiante de confirmar que los sentimientos son correspondidos. La limerencia puede desencadenar comportamientos irracionales y una idealización exagerada del objeto de afecto. Este fenómeno no se limita a las relaciones nuevas; también puede surgir en el contexto de relaciones largas, generando conflictos y expectativas desmedidas.
Creo que la limerencia es, en ocasiones, difícil de distinguir del «amor», aunque este palabro me ponga los pelos de punta. En ocasiones, la limerencia puede desvanecerse conforme va pasando el tiempo o incluso transformarse en una relación más equilibrada; pero puede causar angustia emocional significativa si no es reconocida y gestionada adecuadamente.
Si echo la vista atrás, yo sí he sido «limerente», sobre todo con personas a las que no conocía mucho. Con el tiempo, he aprendido a gestionar mejor mis relaciones, tanto amorosas como de amistad. Recuerdo una ocasión en la que yo estaba totalmente deslumbrado y cegado por una persona. Estaba tan obsesionado con este tío que empecé a idealizarlo de manera desmesurada, descuidando a mis amigos en el camino.
Una noche, después haber cancelado planes con mis amigos por enésima vez para pasar tiempo con esa persona, una de mis amigas me llamó la atención. Días después quedé con ella. Quería disculparse por cómo me había dicho que estaba obsesionándome, y de paso me hizo ver cómo esta obsesión no sólo estaba afectando a las relaciones con mis amigos, sino también a mi bienestar emocional. Fue un momento de revelación. Estaba constantemente de los pelos y cada vez que sonaba el móvil (cuando todavía había sms), pegaba un salto.
A raíz de esa conversación, le di muchas vueltas a lo que ella me había dicho y comprendí la importancia de mantener ese equilibrio entre tus relaciones habituales y esa persona que te sube la presión arterial y te impide pensar en otras cosas. Sigo siendo una persona fácilmente «deslumbrable» (a los hechos me remito, los que me conocéis lo sabéis), pero no llego a los extremos de aquella época.
También soy más viejo y sé más cosas de la vida. Y oye, también me han dado más hostias por el camino, que eso ayuda.
Referencias TENNOV, DOROTHY. (1979). Love and Limerence: The Experience of Being in Love. Scarborough House.
-
Las vicisitudes del legislador que no tiene la carrera de derecho.
-
¿Se puede tener triple nacionalidad? Claro que sí. A por la tercera que voy.
-
Y luego dicen que la magia no existe.
-
Porque los señores de mediana edad también pueden andar por ahí con la cara pintada con flores. Y los niños, también. Y las niñas. Y cualquiera.
-
Señoras, señores, tengo anemia. Ya es oficial.
-
Me explota la cabeza.
-
Team Neurospicy.
-
Make your own kind of music
Cass Elliot’s Death Spawned a Horrible Myth. She Deserves Better, un artículo de Lindsay Zoladz en el New York Times.
La canción que quiero que pongáis en mi funeral es la del vídeo del final. Hoy ha salido un artículo en el New York Times que tendríais que leer sobre la muerte de la cantante. Por supuesto, por estar gorda.
Cass Elliot performing on her television special “Don’t Call Me Mama Anymore” in September 1973. After she went solo, she found it hard to shake her nickname.Credit…CBS Photo Archive, via Getty Images Half a century after her death, her underdog appeal continues to inspire. Last year, “Make Your Own Kind of Music” — a relatively minor 1969 solo hit that has nonetheless had cultural staying power — became such a sensation on TikTok that “Saturday Night Live” spoofed it, in a hilariously over-the-top sketch in which the host Emma Stone plays a strangely clairvoyant record producer. “This song is gonna be everywhere, Mama,” she tells Elliot, played by Chloe Troast. “Then everybody’s gonna forget about it for a long, long time, but in about 40, 50 years, I think it’s gonna start showing up in a bunch of movies, because it’s a perfect song to go under a slow-mo montage where the main character snaps and goes on a rampage.”
“S.N.L.” didn’t make a single joke about Elliot’s weight — something that was unthinkable half a century ago. During the height of her fame, Elliot seemed to co-sign some of the jabs at her expense with a shrugging grin.
“No one’s getting fat except Mama Cass,” the Mamas & the Papas sang in tight harmony on the self-mythologizing 1967 hit “Creeque Alley.” After the infamously tumultuous group broke up a year later, Elliot was a frequent guest on “The Carol Burnett Show,” where she occasionally went for the cheap laugh. In an otherwise uproarious sketch about two prudish women browsing a store’s “dirty books” section, Elliot holds up a book titled “Eat and Lose Weight” and says, “I got as far as ‘Eat’ and then I didn’t understand the rest.”
“As she had learned early on, the best way to deal with an uncomfortable situation is with humor,” Elliot-Kugell, who has her mother’s cascading hair and dry wit, writes in her new memoir, “My Mama, Cass.” But, as she said over lunch, that doesn’t mean her mother was always laughing on the inside. “That pain had to go somewhere,” Elliot-Kugell told me. “When I think about some of the things that had allegedly been said to her during her lifetime, you can’t hear that over and over and not let it hurt.”
But of course, the most enduring joke at her expense was the one she didn’t live to tell, or to rebut. Have you heard the one about the ham sandwich?