El Instituto de Innovación Educativa y Desarrollo Directivo ha publicado los resultados del ESTUDIO CISNEROS IX dirigido al Defensor del Profesor. Su título, Riesgos psicosociales en profesores de la enseñanza pública de la Comunidad de Madrid. Los datos que me han parecido más relevantes:
- De los profesores encuestados, el 80% de primaria y el 95% de secundaria refieren actos de violencia en sus centros.
- El 53,6% de los profesores -esta cifra baila a lo largo del informe- afirma que ha sido víctima de actos de violencia física o verbal, de los cuales, el 36,5% ha sido provocado por los padres de los alumnos. Un tercio de los agredidos se siente desatendido por el centro.
- Las agresiones más frecuentes son: hostigamiento verbal, intimidación, agresiones, robos y destrozo voluntario de pertenencias.
- En la lista de “estresores” -juro que aparece esa palabra en la página 28 del informe-, e. d., lo que motiva el estrés, puede leerse que el 62,30% afirma que su profesión está poco reconocida, el 44% dice que hay mal ambiente con el equipo directivo, 35,40%, que es un trabajo aburrido y sin interés -¡más de un tercio de los profesores!-, al 32,5% le molestan las envidias y rivalidades dentro en el centro y el 30,4% asegura que no ha recibido la formación adecuada.
- El 65,4% cree que debería abandonar la profesión.
Al margen de que el tema de la violencia escolar está de moda -como hace un mes el de la corrupción a raíz de la Operación Malaya, como el de la sequía y otros tantos que nos impondrán en el futuro- y de que las cifras cambian según la página del informe -lo que me hace sospechar-, sí me parece preocupante el hecho de que seis de cada diez profesores afirmen que les gustaría dejar de enseñar.
Primero, ser profesor es una actividad dificilísima, lo sé por experiencia, a pesar de que mucha gente siga opinando que es fantástico porque se trabaja muy poco durante la semana -aunque, al decir eso, nadie piense que una buena hora de clase lleva una hora de preparación en casa- y porque tienen todas las vacaciones del mundo y más. Cierto, horas de clase, ¿cuántas? ¿Veinte? Vacaciones, ¿tres meses? ¿Nadie piensa que eso se hace así porque es necesario? Puedo asegurar que después de una tarde de clases sucesivas no tienes más que la energía necesaria para llegar a casa, comer lo primero que encuentras y tumbarte conectado al cargador.
Segundo, ¿cuántos profesores hay que tienen verdadera vocación de serlo? Vamos a ver. Si tú has estudiado, pongamos, física, ¿de verdad te matriculaste para dar clases en secundaria? Sospecho que no. Vale. Alguien dirá que hay licenciados que van directamente al cajón de los opositores sin pasar por la casilla de salida y sin buscar otras alternativas porque éstas escasean, p. ej. filosofía, filología o historia. Pero no creo que la mayoría de los profesores que en su día estudiaran estas carreras tuvieran la firme intención de convertirse en profesores de secundaria, por ejemplo.
Más. ¿Cuántos profesores han recibido la formación en pedagogía antes de dar clases? Respuesta: Los menos. ¿El CAP sirve para algo? Respuesta: No, rotundamente. ¿Un biólogo con un brillante expediente académico puede dar clases por el mero hecho de haber obtenido buenos resultados en sus exámenes? Respuesta: No, para dar clases de biología hay que tener los conocimientos -y no tienen por qué ser de premio final de carrera- y dominar las técnicas para transmitirlos, de la misma manera que un nativo no necesariamente da mejores clases de inglés que uno que no lo sea. Si tú tienes como lengua materna el español, ¿serías capaz de dar una clase sobre el subjuntivo únicamente porque hablas el castellano con fluidez? No.
Entonces me pregunto: si yo trabajara en una empresa en el departamento de administración ¿por qué estaría agobiado? ¿Por mis tareas o porque no tengo ni la vocación ni la formación? Porque para gustos colores y aunque a mí me parezca un tostón lo de la gestión empresarial hay gente a la que le puede parecer lo más interesante de este mundo. Pues a eso vamos.
Por otra parte, siempre he pensado que la docencia está muy mal pagada. Los tres pilares fundamentales de una sociedad moderna son, para mí, la justicia, la sanidad y la educación. Y no hay más. Un juez, un médico y un profesor deberían estar pagados de igual manera. Y no me valen argumentos del tipo es más peliagudo transplantar un riñón que enseñar a treinta adolescentes las consecuencias de la Revolución Francesa.
Y termino con un suponer. Pepita tiene cuarenta y dos años. Estudió filología inglesa en una universidad española, con las taras que eso supone. Hizo el CAP y, tras dos intentos, aprobó las oposiciones. Al principio daba séptimo y octavo de EGB. Ahora, primero y segundo de ESO. Con el tiempo, las aulas se han ido llenando de niños que no hablan el castellano correctamente. No tiene ni idea de cómo enseñar a estos treinta trogloditas -los castellanoparlantes y los que no lo son- los intríngulis de los modales en inglés. Añádase a la situación 1.400 euros mensuales y las características propias del oficio, a. s., responsabilidad, la sensación crónica de sentirse juzgado y evaluado… ¿¿¿¡¡¡Quién coño no estaría estresado!!!???
MIS CONCLUSIONES
Para mí, las conclusiones están claras. Nuestros profesores están hasta el moño por lo siguiente:
- En los colegios e institutos hay violencia por todas partes,
- en los centros docentes existe el acoso laboral, como en cualquier otro tipo de trabajo -me niego a llamarle mobbing-,
- muchos profesores no han recibido la formación pedagógica necesaria,
- muchos acaban enseñando porque no ven otra salida y creen que ser funcionario es la panacea por las ventajas económicas que conlleva y no por vocación,
- todos están mal pagados y
- enseñar y educar es extremadamente difícil.
¿Y tú? ¿También estás hasta la peineta?
ENLACES
Deja una respuesta