Dar clases online: por qué cansa tanto enseñar con las plataformas online y qué he aprendido con el confinamiento

Ya vamos por la tercera cuarta semana de escuelas cerradas y esto de dar clases a distancia cansa más que darlas en directo. Nos esperan cuatro semanas más: ayer salió el gobierno diciendo que los estudiantes de primero a quinto de primaria vuelven al cole el miércoles 15 de abril. El resto, enseñanza a distancia hasta el 10 de mayo, como mínimo. No voy a entrar en si la decisión es correcta o no: solo diré que cuando salió la primera ministra anunciando la decisión noté una fuerte conmoción en La Fuerza.

Nos quedan, por lo menos, cuatro semanas más de clases a online. Cuatro semanas de aprender a ser influencer. Cuatro semanas de controlar a diario la iluminación y la escenografía, el sonido y los brillos. Cuatro putas semanas handiendo directos varias veces al día sobre temas apasionantes, como p. ej. cómo saber a qué hora cierran el restaurante o cómo preguntar al primero que pasa dónde está el zoo o qué decir cuando te preguntan qué tal y tu vida es una mierda. En estos momentos, odio profundamente el enfoque comunicativo.

Las instrucciones del ministerio para las clases durante el confinamiento han sido claras: mantened la enseñanza en la medida de lo posible. Whatever this might mean.

Las de la dirección del centro: usad Microsoft Teams para dar clases por videoconfernecia.

Aclaración: usamos Teams porque tenemos todos los sistemas integrados en el paquete de Office del que disponen todos los chavales gratuitamente, y, por algún contrato con el ministerio, parece que cumple con todas las normas de protección de datos. No me preguntéis más detalles. Y tampoco digo si está bien o está mal, ni me pregunto por qué no usan un software libre. Es así y con esas nos apañamos.

Durante el curso, usamos una plataforma llamada Skoleintra, que es una adaptación de Itslearning, un sistema no disponible en España, creo. En general, está bien, aunque a veces es lenta y desde que estamos todos en casa va a velocidad absurda. El problema de Skoleintra y de Itslearning, como todos los sistemas que lo tienen todo, es que están todas las opciones desordenadas (e. d., están ordenadas en la mente de los diseñadores, pero no en la de los usuarios) y muchos procesos que deberían ser sencillos terminan resultando largos y tediosos. Así que terminas dejando de hacer muchas cosas porque son tan difíciles y requieren tantos pasos que no merece la pena ni intentarlo cuando vas con el tiempo pegado al culo y tienes que improvisar.

Para la comunicación informal y para los vídeos en directo usamos Teams. Es como un messenger (sí, estoy hablando de aquél messenger) pero con muchas otras posibilidades para compartir archivos, usar powerpoints, etc. y con un diseño menos ofensivo. En secundaria, nos conectamos a las horas que tenemos con cada grupo en el horario; o sea, si tengo alemán de tercero de la ESO el martes a las ocho de la mañana quiere decir que el martes a las ocho de la mañana estamos conectados al programa y tenemos clases virtuales. No sé a vosotras, pero a mí, cualquier sintagma que termine en virtual me pone los pelos de punta.

Que conste que no me pagan por este post. Ya me gustaría que Microsoft me llamara y me dijera que me paga 2000 euros.

Teams, con fotos de gente sonriendo y pasándolo fenomenal trabajando en una multinacional.

Cuando tenemos una reunión virtual (vulgo: una clase), los chavales van conectando y a la hora en que empezamos:

  1. saludo a todo el mundo, uno por uno y una por una, preguntando cómo están, qué tal llevan el día y si han matado a alguien ya,
  2. conecto mi cámara para que me vean la cara y para hacer el payaso un rato (sí, cuando me ven, reaccionan mejor que cuando solo ven una pizarra o una lista de tareas),
  3. les comparto una presentación con diapositivas para orientarles sobre lo que estamos haciendo (o sea, intento que vean más o menos lo que yo escribiría en una pizarra),
  4. les doy tareas que tienen que resolver en el momento (cortas, para que no se queden con deberes y para que no tengan que estar más tiem),
  5. les pido que lean lo que han escrito (por eso también tienen que ser tareas muy cortas),
  6. resumo lo poco que hemos hecho y
  7. me despido de ellos hasta la siguiente.

Si estás en un aula física sabes qué hacer, cómo mantener la atención de la clase, qué señales buscar para saber si están aprendiendo o si lo que les estás contando les está entrando por un oído y les sale por el otro. Lo que viene siendo ser un especialista en lenguaje no verbal. Si toman notas, la cosa va bien. Si ponen los pies encima de la mesa y se ponen a mirar por la ventana arrugando el morro, date por jodido. Aquí, no. Silencio. Absoluto. No hay feedback de ningún tipo. Al principio oíamos los clicks del ratón, señal de que estaban navegando o haciendo otras cosas en vez de escucharte. Otras veces oíamos que estaban comiendo patatas fritas. Eructos y tal. Ahora, ni eso. Están con los micrófonos muteados.

Además, tener que mostrarles lo que normalmente escribiría en la pizarra requiere una preparación milimétrica que con las clases normales no necesito: en cualquier momento puedo escribir lo que me salga del rúter en la pizarra blanca. Lo tienes que tener todo previsto. Si fuera una clase normal, es fácil prever dónde va a haber algún problema. Si no los ves, ni los oyes, ni sabes si están mirando lo que les pones en la pantalla,… si no sabes NADA, es bastante más difícil.

Oye, y ¿qué es lo que has aprendido?

¿Cómo dar clases a distancia? No.

¿Cómo adaptar el currículo a la nueva situación? No.

¿Cómo usar las nuevas tecnologías para apoyar los bla bla bla y gamificar las bla bla bla zzzz…? No.

He aprendido que ser influencer es muy difícil.

Y que de momento es imposible sustituir las clases presenciales por clases online. Al menos en la enseñanza básica.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *