Estas cosas pueden pasar. NORMALIZADO ha estado fuera de servicio unas siete horas (que yo sepa y me haya podido enterar, claro). La razón ha sido una caída general de Dreamhost, donde está alojada esta página:
We were just informed one hour ago from our building management that an emergency maintenance window is scheduled for this Saturday morning, February 24th, at 1AM PST. UPDATE! The building has just changed the window to be 23 hours later.. it is now scheduled for Sunday morning, February 25th, at 12:01AM PST. This maintenance window involves taking our entire building’s power offline for approximately 3 hours.
No sé qué tendrán que ver las ventanas en todo esto –a no ser que se refieran a las del sistema operativo o al equivalente de las cookies en vete tú a saber qué–, será que no lo he entendido bien, será la resaca que tengo, porque me he levantado como si tuviera gripe. Pero no os preocupéis, en este caso no hay duda, el culpable no es un virus, sino una bebida, concretamente la ginebra. Lo que iba a ser una salida temática a un par de bares del centro se convirtió a un escueto recorrido por lo más granado de la city.
Empezamos a las nueve y media con un botellón disfrazado de cena de amigos y terminamos a las seis y media de la mañana –que yo recuerde, claro– en el Nou Pernil Dolç, Nuevo Jamón de York para los castellanos, que es un antro regentado por una bailarina retirada, Olga P., bastante conocida en la ciudad del Turia, que está como una regadera y/o es politoxicómana y a quien no hay que hacer enfadar ya que uno corre el riesgo de llevarse una bronca. De hecho, un miembro de nuestro grupo de botelleros recibió una reprimenda por parte de la doña por alejar una silla unos quince centímetros de la mesa en la que estábamos intentando acomodarnos, que, a todo esto, era una paella con patas de madera. Olga obligó a nuestro compañero a acercar la silla y darle la vuelta para que pudiera apoyar los brazos en el respaldo. Vamos, que se tuvo que sentar al revés. Antes tenía la manía, no sé si la tiene todavía, de adoptar un nombre en cada parte de su local –“pipi y caca a la derecha, drogas al fondo, en la sala del Principito”, que da horror– y de no contestar si uno no la llama con el nombre adecuado. Llama “muertos” a las copas y botellines vacíos o que han perdido a su dueño y “vivos” al resto de útiles que hay sobre las mesas, con lo que, de vez en cuando, se acerca a tu mesa para retirar a los muertos y preguntar, de paso, si este botellín de tónica está viva o muerta. No soporta que los ceniceros tengan más de tres colillas, todas muertas, y como no seas prudente y no esperes a enchufarte el cuarto pitillo, te cae una buena bronca.
Es posible ver a Olga un domingo por la tarde andando en zigzag por el centro de la ciudad vestida con unos pantalones del pink más eléctrico con los moños de fallera o vestida de faralaes con el pelo cardado y, generalmente, con una trompa de no tenerse en pie. El local es un canto al kitsch, como podéis ver en la foto, cortesía de Arroz con Nori, al que podéis visitar pinchando en la imagen. Si os pasáis por Valencia, no os olvidéis de visitar este antro.
Vuelvo al principio. Imagínate, con una resaca de tres pares de cojones, me conecto a esta página y me suelta que tengo un error de conexión con la base de datos y que entre en MySQL, con los consiguientes temblores de piernas y los tres rosarios. ¿Cómo era eso? Dios te salve, María…
PD: ¿Falta alguien por terminar la novela? Mañana empezamos.
Deja una respuesta