Drácula, del rumano Draculeă, «Hijo de Dracul», que a su vez significa en esta lengua «El Demonio» –no dragón, como se dice por ahí– , nombre de Vlad III de Valaquia (1431-1476), apodado El Empalador por cierta costumbre más bien desaconsejable y poco fina. Por cierto, que el empalamiento no se hacía con una estaca en punta, como es de esperar, sino con un extremo romo que se introducía por el ano o la vagina y se fijaba a la carne mediante un clavo para mejor sujeción. Claro, con la lengua que hablaba este señor no me extraña que acabara empalando a tontas y a locas.
El rumano es la lengua romance más desconocida para los españoles –si exceptuamos las que tienen menos de un millón de hablantes, como el romanche suizo– y la que menos reconocemos, y eso que probablemente la escuchemos en el autobús, en el metro o en el bar de la esquina. Lo hablan aproximadamente 24 millones de personas como lengua materna en todo el mundo, de las que unas 300.000 se encuentran en España, dato a tener en cuenta.
Al verla escrita probablemente tampoco la reconozcamos como hermano del castellano:
Al Doilea Război Mondial a fost un conflict la mijlocul secolului al XX-lea care a mistuit cea mai mare parte a globului, fiind considerat cel mai mare şi mai ucigător război neîntrerupt din istoria omenirii. A fost prima oară când un număr de descoperiri tehnice noi, incluzând bomba atomică, au fost folosite la scară largă împotriva militarilor şi civililor, deopotrivă. Al Doilea Război Mondial a provocat moartea directă sau indirectă a aproximativ 60 de milioane de oameni, aproximativ 3% din populaţia mondială de la acea vreme.
Del texto anterior no se puede averiguar ni el tema. A primera vista recuerda al Esperanto. Ni comparación con un texto en portugués sobre la misma contienda:
A tecnologia bélica evoluiu rapidamente durante a Segunda Guerra Mundial e sendo crucial para determinar o rumo da guerra. Algumas das principais tecnologias foram usadas pela primeira vez, como as bombas nucleares, radar, fuzil mais rápido, misséis balísticos, e processadores analógicos de dados (computadores primitivos). Enormes avanços foram feitos em aeronaves, navios, submarinos e tanques. Muitos dos modelos usados no início da guerra se tornaram obsoletos quando a guerra acabou. Um novo tipo de navio foi adicionado aos avanços: navio de desembarque anfíbio (usado no Dia D).
Doilea Război Mondial = Segunda Guerra Mundial, tócate la nariz.
Bueno. Pues el rumano, al estar completamente aislado del resto de hermanas, ha evolucionado por su cuenta y se ha convertido en una lengua complejísima –o eso me parece, no conozco a nadie que lo haya estudiado– y tiene cosas que nos harían enloquecer:
- Los artículos se ponen detrás –como si dijéramos «casa-la» en vez de «la casa»– y tienen diez modalidades de plural, según el género –tienen tres, a. s., masculino, femenino y neutro– y el sufijo del sustantivo en cuestión, así que «to junto» dan algo así como esto para la palabra casa: o casă (una casa), unei case (de una casa), nişte case (unas casas), unor case (de unas casas), casa (la casa), casei (de la casa), casele (las casas), caselor (de las casas). Ahora la flor: o floare (una flor), unei flori (de una flor), nişte flori (unas flores), unor flori (de unas flores), floarea (la flor), florii (de la flor), florile (las flores), florilor (de las flores), que no tiene nada que ver con la casa –y eso que ambas palabras son femeninas y regulares. Eso sí es una declinación y no lo del alemán.
- De verbos, también van servidos: siete conjugaciones regulares repartidas en cuatro grupos. Lo de las terminaciones es un infierno –los niños rumanos deben pasarlo fatal cantando las seis personas–, cualquier parecido con el castellano, pura coincidencia y además disponen de, ni más ni menos, un indicativo –con sus correspondientes presente, imperfecto, perfecto, indefinido y pluscuamperfecto más un futuro del pasado (que sospecho que no es un condicional, porque para eso tienen otro) y tres (¡!) formas de futuro–, un subjuntivo –presente y pasado–, condicional –presente y pasado–, un presuntivo –presente y pasado, al parecer lo usan para hablar de acciones y hechos pasados probables en contextos modales de obligación, permiso, prohibición y deber moral, eso sí es refinamiento sintáctico y no las condicionales castellanas–, un imperativo presente y otro pasado –ya me explicarán para qué quieren un imperativo pasado–, dos infinitivos, un participio –será para llevar la contraria, digo yo– y un supino, todas con sus correspondientes quisicosas con la negación. Para que luego nos vengan los alemanes a preguntarnos para qué queremos tanto tiempo. En fin.
Que el rumano es una lengua difícil, leñe, y no sólo para nosotros, también para los vecinos eslavos, albaneses, húngaros, griegos y turcos. Eso dicen ellos.
¿Tenía razones o no tenía razones Vlad III para ir empalando por ahí al personal?
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