A la vista de que aquí podemos hablar de petardos con la misma soltura que de Madame Bovary, he decidido que ya tocaba hablar un poco de ciencia-ficción otra vez, para ver si acabamos de liar las cosas del todo, que esto parece el blog de un ciberneurótico. Para darle una dimensión profunda al tema, he decidido ponerme a despotricar sobre la cuestión de la ciencia-ficción dura, que es un tema que me toca las pelotillas bien tocadas, puestos a ser friqui fantaliterario o geek cosmoépico, que no sé qué prefiero. Y así por encima, que no quiero extenderme por el riesgo que supone que las visitantas y los visitantes de este humilde sumidero se aburran como una ostra después de copular, si es que copulan, las ostras, no los visitantes, porque no me digáis que no tiene que ser complicado ser mejillón y aparearse con una mejillona. Pero eso es otra historia.
A lo que vamos. El asunto de los géneros, ¿de verdad que alguien se ha puesto a investigar del todo sobre el asunto? Según los más habituales de revistas de aquí y de allá, la ciencia ficción se divide en:
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Ciencia-ficción dura, en la que predominan los argumentos científicos sobre el resto de los motivos literarios: El fin de la infancia (Clarke), Gattaca, por ejemplo.
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Ciencia-ficción blanda, que pasa de la ciencia y la utiliza como excusa –si es que aparece– o que, directamente, parte de supuestos falsos, no aceptados o increíbles, como la telepatía: 1984 (Orwell) o Fundación (Asimov).
La Wikipedia dice:
Hard science fiction, or «hard SF,» is a category of science fiction characterized by an emphasis on scientific detail and/or accuracy. The term was first used in print in 1957 by P. Schuyler Miller, book reviewer for Astounding Science Fiction.[1] The complementary term, soft science fiction (a back formation that first appeared in the late 1970s[2]) contrasts the «hardness» of the sciences used in the story: the «hard» sciences are quantitative or material-based disciplines (physics, chemistry, astronomy) versus the «soft» social sciences (sociology, anthropology, psychology). In some usages, though, «soft SF» suggests bad or fake science. Neither term is part of a rigorous taxonomy — instead they are rule-of-thumb ways of characterizing stories that reviewers and commentators have found useful.
The heart of the «hard SF» designation is the relationship of the science content and attitude to the rest of the narrative, and (for some readers, at least) the «hardness» or rigor of the science itself. One requirement for hard SF is procedural or intentional: a story should be trying to be accurate and rigorous in its use of the scientific knowledge of its time, and later discoveries do not necessarily invalidate the label.
Saco diferentes criterios:
PRIMERO
La ciencia-ficción dura es aquella en la que las disciplinas principales en torno a las que gira el argumento son la física, la química y la astronomía y para la blanda estableceríamos la antropología, la sociología y la psicología. Lo que no sé si a este chatorro se le ocurrió pensar, es si el hecho de que, por ejemplo, en La máquina del tiempo es imprescindible postular que es posible el viaje en el tiempo –lo que no entra dentro de la psicología, la antropología y la sociología, PAS– para que tengan lugar los acontecimientos de la novela, que son PAS del todo. ¿Sería entonces dura o blanda? No hay manera de saberlo.
SEGUNDO
Decir que una novela es ciencia-ficción dura es una cuestión de grado. A más tecnología posible y bien explicada, más dura es la novela. Cuantos más aparatos imposibles aparezcan, más blanda. Y es que a mí lo de que sea discutible me parece acientífico, a no ser que alguien haya dicho algo así como que a partir de tres naves espaciales y dos portales de teletransportación es dura y blanda es la que tiene menos.
Muchos dirán que esta discusión es absurda, además de ser una argumentación estéril, pero es lo que tiene enfadarse con el mundo, lo que me ocurre con cierta –mucha– frecuencia. Pues se aguanten, que para eso uno tiene mucho tiempo libre. También los hay –y no quiero mirar a nadie cuyo nick empiece por ese y termine en “ihaya”– que dicen que yo tiendo a analizar la literatura estructuralmente o que soy un estructuralista de mierrrda, más bien –no en el resto de asuntos de mi vida cotidiana, que me iría mejor–, lo que implica, básicamente, catalogar cualquier texto literario a partir de una batería de interrogativas absolutas, que es como un libro de elige tu propia aventura, pero más ilustrado:
- Pregunta 1: ¿El argumento está cronológicamente ordenado? Sí –> Pasar a la pregunta 14.
- Pregunta 14: ¿El asesino es el mayordomo? No –> Pasar a la pregunta 30.
- Pregunta 30: ¿El asesino es de la familia? Sí –> Pasar a la pregunta 38.
Y así hasta que agotas todas las posibilidades y te da un resultado del tipo: La obra X, del autor Y, es una novela coral protodeconstructiva afrancesada de argumento lineal no polarizado. Obviamente, esto es una exageración, pero se aproxima bastante a lo que yo haría con un poco de tiempo, constancia y ganas.
Volviendo a lo de la dureza de las novelas, el que un subgénero se defina a partir de la frecuencia con la que aparece un motivo temático me pone del hígado. Y dirán ustedes que qué hígado más resistente tengo. Sí, lo tengo. Para hacerlo más científico, yo diría algo así como:
La ciencia-ficción dura es aquella en la que aparece una tecnología o una sociedad no existente en el momento en que fue escrito el texto sin cuya presunción no podría darse el argumento.
Eso sí es una definición y lo demás son cuentos y perdonen ustedes la prepotencia. Claro, que como toda definición necesita una explicación. Empecemos por los ejemplos:
- La máquina del tiempo (Wells): dura.
- La guerra de los mundos (Wells): blanda.
- Los propios dioses (Asimov): dura.
- Fundación (Asimov): blanda.
- El mundo sumergido (Ballard): dura.
- Rascacielos (Ballard): blanda.
- Stargate: dura.
- Starwars: blanda.
En La máquina del tiempo es necesaria la suposición de que es posible trasladarse en el tiempo para que el viajero rescate a Weena de las garras de los morlocks. Con La guerra de los mundos se puede objetar que es necesaria la existencia de los marcianos y yo digo que no, ya que no es más que el mito de David y Goliat trasladado a una invasión. Quitemos marcianos / humanos y digamos suizos / liechtensteinianos y ya la tenemos, lo que no sé si sería posible en el primer caso. Los propios dioses necesita una tecnología capaz de enviar energía de un universo a otro paralelo para que se dé el peligro del colapso de uno para supervivencia del otro. En Fundación aparece la tecnología del viaje espacial –que ya existe– para la creación de un imperio galáctico, que podríamos sustituir por el caballo y los asirios, respectivamente, ergo: blanda. Así que ya lo tenemos perfectamente estructurado, ¡con lo poco que cuesta!, digo yo. ¡Viva Propp! ¡Arriba Saussure!
Y seguiría un buen rato con más cosas clasificaciones como ésta, pero tengo un hambre que me muero y he decidido que esto ya ha salido demasiado largo y que espero vuestros comentarios.
Prepárate, tableta de chocolate puro con almendras, pronto tendrás noticias mías, seas dura o blanda.
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