Como no hay nadie que hable del coronavirus, voy a hablar yo. Hoy, domingo de ramos, con todo quisque encerrado por decreto, creo que lo más conveniente es hablar de coronavirus. Coronavirus. Coronavirus. VIRUS VIRUS VIRUS. Y como llevamos muy bien eso de no salir, trabajar desde casa, quedarnos de pronto sin trabajo, lidiar con los niños dando saltos, cuidar a enfermos, no poder relacionarnos con nadie y estar todo el día leyendo sobre el coronavirus (virus virus virus), vamos a hablar de estrés, que es el término científico para estar hasta el coño.

¿Cómo reacciona el cuerpo ante una situación de estrés cualquiera? El cuerpo necesita todos los recursos disponibles para ejecutar las conductas de huida o enfrentamiento (fight or flight). Para ello, el sistema nervioso da la orden a la corteza suprarrenal para que segregue corticosteroides como el cortisol. El cortisol es el Sauron de tus hormonas y tus glándulas suprarrenales son Barad-Dûr, para que nos entendamos. El cortisol ayuda a degradar las proteínas y a convertirlas en glucosa. ¿Para qué? Para que el organismo disponga de la energía suficiente para activarse ante la situación estresante. También aumenta el flujo sanguíneo y estimula el que todo el cuerpo se encuentre en un estado de mayor vigilancia, o sea, que pueda reaccionar con mayor rapidez ante cualquier estímulo amenazante. En otras palabras, los corticosteroides te ayudan a sobrevivir.

Éste es un mecanismo a tope de útil si estás en la sabana y te encuentras con una jauría de hienas hambrientas, por ejemplo. O si estás en un Mercadona petado de gente y solo queda un rollo de papel higiénico (o una caja de yemas de santa teresa, que nos vamos conociendo). El problema es que tu cuerpo esté en ese estado permanente de estrés y esté creyendo continuamente que va a tener que salvarse porque

  • te encuentras ante una situación amenazante durante un período largo de tiempo (por ejemplo, porque llevas meses viviendo al día sin saber si vas a poder pagar la factura de internet o porque tienes que andar ocho km para conseguir agua para beber, no nos pongamos exquisitos),
  • te ha ocurrido algo tan gordo que tiene efectos durante un período de tiempo largo (si has sido víctima de un delito con violencia) o
  • si tu cerebro interpreta que estás en una de esas situaciones: no hace falta que las vivas, conque te lo creas, es suficiente.

La secreción prolongada de glucocorticoides puede provocar, copio literalmente, «hipertensión, daño del tejido muscular, diabetes esteroide, infertilidad, inhibición del crecimiento, inhibición de la respuesta inflamatoria y supresión de la respuesta inmunitaria» ​(Carlson and Birkett, 2018)​. O sea, que si estás muy estresada puedes terminar con la tensión alta, estéril, bajita, enfermiza y diabética. Más o menos.

Los glucocorticoides interfieren en los mensajes que envían las citocinas, que son, para entendernos, los mensajes que envían los linfocitos T para producir anticuerpos que destruyen a los hongos o virus invasores. Si los linfocitos T detectan al enemigo y envían la señal a otros leucocitos para pedir apoyo logístico, el organismo terminará derrotando al virus. Pero si la señal no llega como es debido porque el los glucocorticoides interceptan las comunicaciones, la hemos liado. Los linfocitos son los nazis y los glucocorticoides son los ingleses descifrando el código de las máquinas Enigma.

Bueno, igual la analogía no es la más reconfortante.

En resumen: que cuanto más estresadas estéis, más probable será que vuestro sistema inmunitario esté debilitado y más difícil será para vuestro organismo luchar contra las invasiones. Insisto, vuestro cuerpo no necesita que la situación que estéis viviendo sea estresante (que lo es, el confinamiento por el coronavirus (virus, virus, virus) tendrá un impacto psicológico enorme): solo es necesario que vuestro cerebro lo interprete como tal. O sea, que soportar al cabrón de tu jefe puede llegar a ser igual de estresante que no salir de casa y no relacionarse con nadie por el coronavirus (virus, virus, virus). Si tu sistema se inunda de cortisol, ya tienes estrés; da igual la razón.

¿El estrés puede ponerte enfermo? Sí. ¿Y matar? También. Se sabe que cuando somos mayores y una persona querida con la que se ha convivido, muere, las probabilidades de que la persona que sobrevive termine muriendo a los meses aumenta exponencialmente ​(Glaser et al., 1987)​. Esto es lo que viene siendo se murió de pena. En realidad es una bajada de defensas por estrés. Más o menos. O lo que pasa cuando, después de un examen muy fuerte, o una presentación en el trabajo, o una boda, o cualquier otra situación de ese tipo, pasan tres o cinco días y, de pronto, cogemos un catarro de la hostia ​(Stone, 1987)​. En ese caso decimos que le ha venido todo el cansancio ahora.

Lo normal es que ahora mismo todo el mundo esté con unos niveles de estrés estratosféricos. Que eso tenga algún impacto en la epidemia, está por averiguar. Ya veremos cómo salimos de ésta.

¿Y por qué escribes todo esto ahora, amigo? Porque es lo que estoy estudiando ahora mismo en una de las asignaturas de las que me examino en junio y a todos y todas nos interesa en estos momentos tener el sistema inmunitario como los chorros del oro. Bueno, y para que el cortisol no me devore. Virus virus virus.


Referencias

  1. Carlson, N. R., and Birkett, M. A. (2018). Fisiología de la conducta (12th ed.). Pearson.
  2. Glaser, R., Rice, J., Sheridan, J., Fertel, R., Stout, J., Speicher, C., Pinsky, D., Kotur, M., Post, A., Beck, M., and Kiecolt-Glaser, J. (1987). Stress-related immune suppression: Health implications. Brain, Behavior, and Immunity, 7–20. https://doi.org/10.1016/0889-1591(87)90002-x
  3. Stone, E. A. (1987). Central cyclic-AMP-linked noradrenergic receptors: New findings on properties as related to the actions of stress. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 391–398. https://doi.org/10.1016/s0149-7634(87)80009-x

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