«El instinto del lenguaje», de Pinker

Pinker

Desde hace décadas, la obra de Steven Pinker ha puesto en entredicho la visión tradicional del lenguaje como un mero artefacto cultural, proponiendo en su lugar que es un instinto biológico. En «El instinto del lenguaje», argumenta que el lenguaje humano está en nuestra biología de la misma manera que la capacidad de una araña se pone a tejer su tela. La araña no ha aprendido esa conducta, pero puede crearla y modificarla dependiendo de las circunstancias. Según Pinker, los humanos nacemos con una capacidad innata para aprender y usar el lenguaje, una capacidad que se despliega de manera natural sin necesidad de instrucción formal, al igual que una araña no necesita aprender nada porque ya sabe tejer la tela. Este instinto lingüístico está codificado en nuestros genes y se manifiesta en la adquisición espontánea del lenguaje durante la infancia, independientemente del entorno cultural.

Pinker rechaza la idea de que el lenguaje sea únicamente un artefacto cultural, como puede ser la escritura o la música, que requieren de enseñanza y práctica para ser dominadas. Para él, el lenguaje es un sistema complejo que emerge naturalmente en los niños, incluso en entornos donde el input lingüístico puede ser limitado o imperfecto. La universalidad del lenguaje y su adquisición en todas las culturas humanas, incluso en comunidades aisladas, sugiere que el lenguaje es una parte esencial y definitoria de la naturaleza humana. Esta perspectiva se ve reforzada por estudios en lingüística y neurociencia que identifican estructuras cerebrales específicas dedicadas al procesamiento del lenguaje, apoyando la noción de que nuestra capacidad lingüística está biológicamente predeterminada.

Además dice que tratar al lenguaje como un instinto biológico no solo nos permite entender mejor cómo los humanos adquirimos y usamos el lenguaje, sino que también ofrece una visión más profunda de nuestra propia naturaleza. El lenguaje, según Pinker, al no ser una invención cultural que se transmite de generación en generación, debe entenderse como capacidad que se desarrolla de forma espontánea en cada individuo. Esta visión transforma nuestra comprensión del lenguaje de un simple medio de comunicación a una característica fundamental de nuestra especie, tan natural para nosotros como lo es la habilidad de volar para los pájaros o la capacidad de construir telarañas para las arañas.

Uno de los puntos que hizo que me explotara la cabeza es que comparte la idea de la gramática universal con Chomsky (con la Iglesia hemos topado): todos los lenguajes humanos comparten una estructura subyacente común a pesar de las diferencias en cómo se manifiestan los sistemas lingüísticos. Según Pinker, esta gramática universal es una prueba, otra vez, de que la capacidad para el lenguaje es innata en los seres humanos, que está codificada en nuestro ADN. Esta estructura universal, preprogramada, hace que los niños aprendan a hablar con tantísima rapidez y sin necesidad de aprenderlo en el colegio o de guiado por un maestro o una maestra, ya lo he dicho antes, como en el caso de la música o la lectoescritura.

Otro punto crucial que aborda es la modularidad de la mente, e. d., la idea de que el cerebro humano está compuesto por módulos especializados que manejan diferentes aspectos de la cognición. Me chirría lo de los «módulos», pero bueno. En el caso del lenguaje, existe un módulo específico que se encarga de procesar y generar lenguaje, independiente de otras funciones cognitivas. Pinker apoya esta idea con evidencia de estudios neurológicos y casos de personas con lesiones cerebrales que afectan el lenguaje sin impactar otras habilidades cognitivas, lo que demuestra que el lenguaje está localizado en áreas específicas del cerebro. Cualquier psicólogo conoce las áreas de Wernicke y de Broca y las respectivas afasias. Esta modularidad sugiere que el lenguaje es una adaptación evolutiva, desarrollada para mejorar la comunicación y la cooperación entre los humanos.

Además, dice que el lenguaje ha evolucionado bajo las presiones selectivas de la evolución, de forma paralela a otras características biológicas que han determinado nuestro organismo y que hacen que seamos quienes somos y actuemos como lo hacemos. Según él, el lenguaje confiere ventajas adaptativas significativas, permitiendo a los humanos compartir información, coordinar acciones y transmitir conocimientos de una generación a otra. Esta perspectiva evolutiva explica por qué el lenguaje es tan complejo y eficiente, y cómo ha podido desarrollarse y mantenerse en todas las culturas humanas a lo largo de la historia. Pinker también señala que el estudio del lenguaje desde una perspectiva biológica puede proporcionar información muy valiosa sobre la naturaleza humana y nuestras capacidades cognitivas.

«El instinto del lenguaje» es un libro flipante y que todo el mundo interesado en las ciencias cognitivas y en la filología debería leerlo. HENCERIO.

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