¿Estáis todos ya de vacaciones? Seguro que alguien habrá por ahí que tenga que trabajar el día de la muerte de nuestro señor –en minúscula– o que no salga de vacaciones, porque ya da la impresión de que para ser buen ciudadano uno tiene que participar en los atascos de la operación salida. Yo no me voy a ir, creo. Y no se me caen los anillos.
Ayer vi La vida de los otros –Das Leben der Anderen–, una película alemana dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck, que cuenta la trama de espionaje por parte de la STASI –la secreta de la República Democrática Alemana– en torno a un prestigioso autor de teatro en el año 1984 en Berlín Este, cómo se las tienen que apañar unos –para espiar– y otros –para no ser espiados– y hasta dónde podía llegar la represión. A pesar de los 140 minutos que dura, no se hace pesada y no descubres cómo va a terminar hasta que llega el desenlace, aunque tiene un epílogo demasiado largo para mi gusto y en algunas partes puede llegar a ser empalagosa. Creo que disponían de un presupuesto bastante ajustado y en la película no se ve tan bien como en Good-Bye Lenin la vida en la RDA y yo que fui a verla entre otras cosas por la ambientación; qué pocas películas he visto que transcurran en una república socialista. Que yo recuerde, dos. Y fui pensando que era en versión original y luego resultó que estaba doblada. La actriz principal es Martina Gedeck, la de Deliciosa Marta –Bella Martha–, película que os recomiendo por ser una comedia alemana –si es que “comedia” y “alemana” pueden ir en una misma frase sin incurrir en un error semántico–, eso, una comedia alemana ligerita y con el grado justo de dulzura como para poder ser apta para todos los espectadores. El actor que hace de escritor, Sebastian Koch, también participa en la segunda parte de Rudi Rüssel retomando el papel de Ulrich Mühe, que es el poli de la STASI en La vida de los otros. Y si os cuento de qué va la de Rudi Rüssel, que en realidad es Rennschwein Rudi Rüssel –Rudi Rüssel, el cerdo corredor, alucina, vecina– os caéis de culo: Una familia a la que le toca un cerdito en una tómbola y lo entrenan para ser un cerdo de carreras… sí, un cerdo de carreras, que al autor de esta novelita infantil le tuvo que subir el Sauerkraut a la cabeza en algún momento de su vida, digo yo.
Y aprovechando la coyuntura, tengo que decir que me parece raro que no lleguen más películas y novelas alemanas a España. Por veinticinco euros, me digan nombres de novelas alemanas publicadas en los últimos diez años que hayan sido traducidas al castellano, un, dos, tres, responda otra vez…
[Música de campanitas, relojes de cuco y oboes]
[Sirena y campanas] … ¡Campana y se acabó!
Cero respuestas. Acabáis de perder el coche y el apartamento en Marina D’Or, menos mal.
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