En los ochenta no eramos más libres, sino más gilipollas

Arévalo

He oído muchas veces a gente escribiendo en twitter que los ochenta eran el non plus ultra de la libertad y el bienestar. Si la libertad consiste en poder hacer chistes de mariquitas y gangosos sin que te digan nada, eso no es libertad: eso es ser un troglodita y un gilipollas. Eso de la «corrección política», que vaya mierda de término hemos encontrado, ni es una conspiración ni limita tus libertades. Porque, por mucho que lo creas y que te hayan convencido a ti, insultar a otras personas por lo que son no te hace más libre, te hace ser un imbécil. Que tengas miedo porque creas que tus privilegios están en peligro, que te sientas desprotegido porque, de pronto, es posible que quedes del culo y que cambiar tus costumbres y tu forma de hablar te parezca difícil, es una cosa. La libertad es otra.

Pero ¿sabes qué? No eres la primera persona que se siente así. Les pasó lo mismo a los terratenientes cuando se abolió la exclavitud, o a los franquistas de pro cuando se aprobó la constitución española, o a algunos hombres cuando se cambió la ley porque eso de pegar a las mujeres estaba regular.

En los ochenta éramos menos libres, pero bastante más gilipollas.