La conversión de la homosexualidad en un hecho médico

La conversión de la homosexualidad en un hecho médico debiera haberla protegido de todo juicio moral; pero no ha sido así. La problemática de las perversiones permitió todo tipo de ambigüedades. No se diferencia la enfermedad del vicio ni el mal psíquico del mal moral. Se produce un consenso para la estigmatización de aquellos hombres afeminados que son incapaces de reproducirse. Tanto en Inglaterra como en Francia, las actitudes antihomosexuales tienen que ver con el temor al declive del imperio y de la nación. Son incontables los textos que hablan con angustia de las consecuencias nefastas de la baja del índice de natalidad. El homosexual es una amenaza para la nación y para la familia pero también es “un traidor a la causa masculina”. Incluso los médicos condenan a estos hombres afeminados que no cumplen con sus obligaciones de hombre. Les acusan de mediocridad moral, de escasa valentía o devoción; deploran su vanidad, indiscreciones y cotilleos. En definitiva: son “mujeres frustradas, hombres incompletos”.

La estigmatización de los homosexuales es el resultado del proceso de clasificación de las sexualidades. Por una ironía de la historia, fueron en gran parte los mismos homosexuales y los sexólogos más reformistas, los que metieron en el claustro de la anormalidad a los desviados. El mejor ejemplo de ese patinazo nos lo da el sexólogo Havellock Ellis. Creyendo que de esa forma iba a procurar una mayor tolerancia entre la sociedad burguesa, desarrolló un argumento basado en el hecho innato y la irresponsabilidad: no se puede nada contra la condición homosexual porque es congénita. Como resultado de esto “la hipótesis de una homosexualidad biológicamente determinada se ha impuesto en la literatura médica del siglo XX, dando lugar a todo tipo de intentos hormonales y quirúrgicos destinados a transformar a las lesbianas y homosexuales masculinos en heterosexuales”.

Badinter, E. (1993). La identidad masculina. Alianza, p. 129.