Hoy los editores –y desde luego los autores; al menos algunos– tienen muy en cuenta que son las mujeres las que más leen. Se realizan encuestas, sondeos o estudios de mercado cuyos resultados se acatan y pesan o interfieren en las programaciones de la temporada. En ocasiones se llega incluso a modificar los títulos originales para acoplarlos a ese hecho insoslayable –el predominio de un público lector femenino–, hecho que, por otra parte, a nadie espanta ni sonroja ya, aunque a algunos les incomode. En esencia, tal fenómeno no es nuevo. Fue así desde que la novela existe. Lo que ha cambiado es la actitud hacia el mismo.
Ana Rodríguez Fischer.
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