Oye, ¿que no me ha entrado a mí una fe en los milagros hoy mismamente y a mis taitantos, pocos pero taitantos al fin y al cabo? Sí, sí, como lo HOYGAN.
Pues anduvíamos Sihaya y yo en el coche por Botánico Cabanilles en dirección margen derecho del Turia en plena hora punta, que ya sospecho que esta ciudad tiene horas punta desde las siete y media de la mañana hasta las diez de la noche ininterrumpidamente, anduvíamos hablando de yo qué sé o qué sé yo, pizpireteces, acaso, cuando de repente, ¡zas!, mis nervios ópticos han captado una maravillosísima imagen, tremendamente hermosa, un orgasmo para los sentidos. Huelga decir que se me ha cortado la respiración y entre asma y asma he podido indicarle a Sihaya que observiera –u observiese, que soy el campeón de las conjugaciones– lo que ante nuestros pasmados a la par que húmedos ojos estaba transcurriendo. Al punto, Sihaya ha caído en una especie de trance onírico del que he tenido que despertarla so riesgo de tremebundo estampe con el coche de delante, porque a mí plim que se trasponga, no así cuando es mi vida la que corre peligro.
Tras los lógicos momentos de desconcierto y ante lo singular de la visión, nos hemos lanzado cual aves rapaces a la caza y captura de una mejor perspectiva para poder contemplar con tranquilidad y cigarrillo en ristre semejante portento de las capacidades humanas y animales. Pero todo ha resultado en vano. Nuestra presa, esquiva y velocérrima, ha conseguido darnos esquinazo a la primera de cambio –de marchas– debido al intenso tráfico en ese momento llenaba las calles de esta nuestra ciudad, honra y prez del alma española e ibérica y parte del extrarradio. Desilusionados pero satisfechos hemos continuado nuestra marcha en el sentido de la ídem hasta que hemos podido articular oclusivas, palatales y zumbantes:
- Sihaya: ¿Has visto eso?
- Óscar: Sí.
- Sihaya: ¿Y?
- Óscar: La leche.
- Sihaya: Merengada.
- Óscar: Canela fina.
- Sihaya: Pasmada me encuentro.
- Óscar: Y yo hiperglucémico.
- Sihaya: Yo más.
- Óscar: No, yo más.
- Sihaya: Espejo rebota.
- Óscar: Eso iba a decir yo.
Y así hemos continuado hasta que, confundidos, hemos tenido que acercarnos a la derecha, salir del coche y encender un cigarrillo:
- Óscar: Tenemos que hacer algo.
- Sihaya: Sí.
- Óscar: ¿El qué?
- Sihaya: Dar parte a las autoridades.
- Óscar: Yo me encargo.
- Sihaya: Vale, tú escribe un post, yo iré llamando a Benedicto, que seguro que tendrá algo que decir.
- Óscar: ¿A Benedicto?
- Sihaya: Sí, que sabes que él es muy de milagros.
- Óscar: Ya, pero esto es más para llamar a los periódicos.
- Sihaya: ¿Tú crees?
- Óscar: Sí.
- Sihaya: I want to believe.
- Óscar: Sato, Mulder.
- Sihaya: El ser humano es una maravilla de la creación.
- Óscar: Estoy de acuerdo.
- Sihaya: No quepo en mí de gozo.
- Óscar: ¿Eso que te estás fumando seguro que es un Nobel light?
No tenemos fotos, no hemos podido recoger más testimonios. Esperemos que el nuestro no caiga en saco roto. Mi fe se ha vuelto inquebrantable. No sé si volveré a presenciar una escena como ésta alguna vez en mi vida. Para mí la vida ya no volverá a ser igual. Pasarán generaciones y generaciones hasta que vuelva a ver un taxi con una pegatina en la luna trasera con esta leyenda:
ENGLISH SPEAKING<
PD: El milagro no consiste en que un taxista hable inglés, sino que lo anuncie como valor añadido al servicio, con pegatina normalizada por el Gremio de Taxistas de Valencia.
PD: Un abrazo para todos los taxistas de este mundo.
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