Ernesto Bertarelli, propietario del Alinghi –el barco que ha ganado la America’s Cup otra vez– y, por lo tanto, quien decide sobre la sede del evento, piensa convertir a la ciudad en un centro turístico de lujo, como si fuera Mónaco. Pero le molesta el puerto industrial. Resulta que puede alterar el buen transcurrir de la competición, además de que tantos camiones resultan poco adecuados a la imagen de lujo decadente a lo aristocracia de Marbella que se pretende dar. Al margen de esto hay una cifra, 12o millones de euros, que es lo que la ciudad tendría que pagar para poder organizar otra vez la puñetera regata.
Ya sabéis lo que pienso. Ahora tengo otro argumento más. No sé exactamente qué dará más dinero, si la competición o el tráfico de contenedores del Mediterráneo, lo que sí está claro es que estos políticos que tenemos por gobernantes ya no se conforman con la construcción de megacomplejos chungos que no son más que fachada –empezando por la mierda de exposiciones de la Ciudad de las Ciencias–, sino que necesitan bajarse los pantalones para que se celebre la Fórmula Uno y ahora también la Copa América. ¿Cuándo dejará de desarrollarse la ciudad siguiendo los dictados de las empresas privadas? ¿Para cuándo una preocupación urbanística que gire entorno a los ciudadanos? Mierdad’ciudá.
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