Escribí este post el 9 de noviembre y lo he colgado en Twitter sin saber que estaba de actualidad. Pues resulta que no, ni lo escribí ni hice RT con intención. Lo juro. Pero viene que ni pintado.
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Siete señales que pueden sugerir que tienes un amigo que está abusando de ti
Identificar esta situación es difícil porque las señales pueden ser muy variadas y no siempre te pueden parecer evidentes. Además, el abuso puede manifestarse de diferentes maneras, ya sea emocional, psicológico, verbal o incluso físico. La lista que pongo a continuación, basada en lo que escribe lo que escribe Patricia Evans, es sólo una guía que te puede llevar a que le des una vueltecita.
- Si intenta controlar todos los aspectos de tu vida, desde tus amistades hasta tus decisiones personales.
- Si usa de tácticas manipuladoras para influir en tus decisiones, haciéndote sentir culpable o responsable de sus emociones: de las suyas, no de las tuyas.
- Si te hace críticas constantes y negativas, ya sea en privado o en público.
- Si intenta alejarte de otras personas importantes en tu vida, dejándote cada vez más aislado.
- Si utiliza cualquier forma de agresión, ya sea verbal o física.
- Si no respeta tus límites personales y constantemente los cruza, obligándote a hacer algo que sabe que no quieres. Quizá tú no pienses que al final la decisión ha sido tuya, pero puedes haber tomado esa decisión precisamente por lo que esa persona te ha insistido.
- Si para él no eres suficiente o si te deja claro que eres inferior.
Lo de arriba son sólo ejemplos e insisto, no es que haciendo tic en cada uno tengas que decidir que esa persona está maltratándote. En realidad, tampoco hay diferencias grandes en el maltrato en diferentes tipos de relaciones, pero tampoco son exactamente idénticos: cada tipo de relación tiene sus particularidades, no es lo mismo el maltrato de un padre a un hijo (que suele tener un componente de violencia física que no está en las relaciones de amistad), que el maltrato en una relación de pareja.
De todas formas, si la respuesta es sí a alguno de los siete puntos que he mencionado, da igual que sea una situación de maltrato o no: pregúntate por qué ocurre eso, si es una tónica general o si es algo puntual debido a algún conflicto, a que esa persona está pasando por una situación de est´rés o a que, por ejemplo, vuestra comunicación se ha enfriado por algo que ha pasado. Cada relación es un mundo y cuando veas una lista así, cógela siempre con pinzas. Pero tampoco está de más que le dediques un rato a pensar en lo que te está ocurriendo: aunque no sea maltrato, ¿no deberías buscar la forma de que eso cambie?
Referencias
Evans, P. (1996). The Verbally Abusive Relationship: How to Recognize It and How to Respond. Adams Media.
Evans, P. (2010). Controlling People: How to Recognize, Understand, and Deal with People Who Try to Control You. Adams Media.
Lundy Bancroft (2002). Why Does He Do That?: Inside the Minds of Angry and Controlling Men. Berkley Books.
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Seis experimentos
Hoy he supervisado seis experimentos en psicología social y cognitiva en dos laboratorios: teníamos una muestra de 120 individuos (edad: 18–23, 56% mujeres) y los datos tenían que ser recogidos por 12 experimentadores y 7 asistentes de laboratorio. Para tirarse por la ventana.
Los experimentos trataban temas como la memoria a corto plazo y la memoria ejecutiva o comportamientos prosociales según variables del entorno, como la temperatura. Hay una ley que me impide dar más detalles de los experimentos hasta que no haya terminado el plazo en el que los participantes pueden revocar su permiso a que usemos los datos que han generado, así que no puedo contar nada más. No los doy no porque no haya cometido ilegalidades en este blog a lo largo de los 17 años en los que ha estado funcionando, que tampoco lo he hecho, jamás, sino que si meto la pata, no me afecta a mí, sino a los estudiantes. Así que punto en boca.
Lo teníamos todo bastante atado, pero en un giro inesperado de los acontecimientos, va y me he dormido: he llegado una hora más tarde de lo que esperaba. No es que llegara más tarde de la hora a la que estaban programados los experimentos, pero cuando he llegado, mis estudiantes estaban dando vueltas como pollos sin cabeza. Como siempre soy puntual, al ver que no llegaba han creído que era una señal de que el fin de los tiempos se estaba acercando o de que había echado a correr con la pasta (siempre hay alguien que echa a correr con la pasta, ¿no?). Unos estaban encomendándose a dios, de rodillas, otros se habían ido a saquear el ultramarinos y el resto se habían arrojado a una espiral de desenfreno y estaban follando todos con todos.
Bueno, igual esta última parte es exagerada. Pero os hacéis una idea.
Si mis estudiantes eran quienes tenían que recoger datos, ¿qué hacía yo allí? Pues tenía que garantizar que todos los experimentos se llevaban a cabo dentro del marco de la legalidad y garantizando los estándares éticos en psicología, como no generar estrés, no engañar o no darles dos hostias cuando no te dan la respuesta que estás esperando. Mi responsabilidad no se limita a enseñarles a obtener datos; también tengo que entrenarles para que diseñen experimentos de calidad y para que la ética no sea nunca un problema.
Hasta el martes no podremos saber cómo han salido. Creo que cuatro han salido bien, uno creo que ni de coña, y el último, habrá que hacer los cálculos. El martes podré contar más. Sé que no os interesa en lo más mínimo, pero yo lo cuento. Algunos lleváis 17 años (cómo me gusta repetirlo) leyendo las gilipolleces que escribo.
¿De verdad me tenía que quedar dormido hoy?
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La heterosexualidad obligatoria
Cuando Monique Wittig habla de «heterosexualidad obligatoria», se refiere a la idea de que en la sociedad patriarcal, la heterosexualidad se impone como la única forma legítima de orientación sexual y expresión afectiva. Wittig critica la noción de que la heterosexualidad es natural o inevitable, sosteniendo que es una construcción social y cultural que se utiliza para mantener estructuras de poder patriarcales.
Wittig argumenta que la heterosexualidad obligatoria limita las opciones y experiencias de las personas al reforzar normas sociales que presuponen que las relaciones entre hombres y mujeres son las únicas válidas. Esta perspectiva sostiene que la sociedad impone la heterosexualidad como la norma, relegando otras formas de expresión sexual y afectiva, como las relaciones homosexuales, a una posición de marginalidad.
PD: ¿Me ha dado por Monique Wittig? Sí.
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Si me quedaran cinco minutos de vida, la canción que escucharía sería esta:
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Lo verdaderamente enfermizo es comprar un ser humano aprovechándote de la pobreza de una mujer. Todo lo demás es utilizar la palabra “homofobia” de manera inadecuada y eso nos perjudica a todos los maricones.
Eres un ser despreciable.
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Reconocer los derechos de las personas trans no aumenta el número de violaciones a mujeres
Aquí el subnormal de turno, anarquista bisexual con disforia, diciendo que las personas trans son responsables de que no haya recursos para su dolor existencial bisexual: ya sabes, el tema de que como la gente no me entiende y piensan que soy maricon, sufro a saco. Y luego canta bingo: «¡Que vienen los mujeres trans a acosar a lesbianas!»
A ver si te queda claro, capullo: Reconocer y respetar los derechos de las personas trans no aumenta el número de violaciones a mujeres. Esta afirmación se basa en la premisa de que el reconocimiento de la identidad de género de las personas trans no guarda una relación causal con el aumento de la violencia sexual hacia las mujeres. La violencia de género es un problema complejo arraigado en diversas dinámicas sociales y culturales, pero no está vinculado al reconocimiento de la identidad de género de las personas trans. Estigmatizar o marginar a las personas trans no es una estrategia efectiva para prevenir la violencia.
La violencia sexual hacia las mujeres no está relacionada con el reconocimiento de los derechos de las personas trans: la violencia de género tiene raíces en desigualdades de poder, normas culturales nocivas y actitudes patriarcales, que deben abordarse a través de enfoques educativos, legales y sociales.
Deja ya de hacer el ridículo.
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A los maricones, el feminismo ni nos va ni nos viene, porque sólo las mujeres deberían preocuparse por sus derechos. Nosotros vivimos una vida de fantasía, no nos matan, no nos dicen que deberíamos evitar que se nos notara. Qué absurdo pensar que también podríamos querer un mundo donde todos tengamos los mismos derechos, ¿verdad?
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A los maricones nos debería interesar la obra de Wittig
Me estoy leyendo Después de lo trans, de Elizabeth Duval, que dice que está hasta el coño de ser etiquetada como una «activista trans» antes que reconocida por su labor como escritora o filósofa. El ensayo no se limita a la autoficción ni a un panfleto superficial, sino que es una serie de reflexiones sobre la cuestión trans desde una perspectiva más bien, digamos, ecléctica. Aunque a veces se lía y el texto me parece a veces tan caótico que resulta difícil de leer, la verdad es que la lectura deja bien claro que «lo trans» es más complejo de lo que los modernos y las modernas nos pensamos.
Menciona a Monique Wittig en muchas ocasiones. Es una de esas autoras que pasa desaparecida entre los cismaricones de pro, entre los que me incluyo (blancos, occidentales, con educación superior y en situación económica privilegiada) y creo que, cuando nos da por ponernos a hablar ponitificando sobre feminismo, yo el primero, nos olvidamos de figuras como ésta: Monique Wittig fue una escritora y teórica feminista francesa (1935 – 2003), cuyo trabajo influyó significativamente en la teoría feminista, especialmente al feminismo radical y al lesbofeminismo. No pretendo ser exhaustivo, pero allá van cuatro pinceladas sobre por qué los maricones que nos llamamos feministas tenemos que conocerla y por qué deberíamos venerarla por la contribución de su pensamiento a no sentirnos esos degenerados con el cerebro diferente a los heterobásicos.
¿Qué dice Monique Wittig?
Monique Wittig desafía la idea de que la heterosexualidad es natural o inevitable, proponiendo en su obra la noción de «heterosexualidad obligatoria». Esta perspectiva sostiene que la sociedad impone la heterosexualidad como la única forma válida de relación sexual y amorosa, perpetuando así un sistema normativo que margina otras expresiones de afecto y deseo. Así, busca desmantelar esta norma, argumentando que la heterosexualidad obligatoria contribuye a la opresión de las mujeres al limitar sus opciones y al asignarles roles basados en una estructura patriarcal que subyace en la construcción de la sexualidad.
Su obra también es pionera al desafiar la idea de que el género es una expresión natural o biológica, proponiendo en cambio que se trata de una construcción social, ese gran melón. Su crítica va más allá de la binariedad tradicional de género, argumentando que la categoría «mujer» es una construcción social que no refleja una esencia compartida. Wittig deconstruye estas categorías, abogando por una comprensión del género como un artefacto cultural que puede y debe ser desafiado para liberar a las mujeres de las limitaciones impuestas por una sociedad patriarcal.
Una de sus contribuciones más significativas es su defensa del lesbianismo como una forma de resistencia política contra la opresión patriarcal. Argumenta que las relaciones lésbicas desafían la estructura heterosexual normativa y cuestionan la idea de que las mujeres existen en función de los hombres. Wittig ve en el lesbianismo una subversión activa que va más allá de las normas sociales impuestas, promoviendo así una visión de la sexualidad que escapa de las restricciones impuestas por el sistema patriarcal.
Además, critica la noción de una «identidad mujer» universal, argumentando que esta categoría es limitante y no refleja la diversidad de experiencias de las mujeres. Su enfoque va en contra de las corrientes esencialistas del feminismo, que buscan definir una esencia común para todas las mujeres. Wittig aboga por la liberación de las mujeres de las definiciones restrictivas, fomentando una comprensión más compleja y diversa de las identidades de género que no se base en conceptos predefinidos, sino en la autodeterminación, ese gran problema teórico, y la diversidad de experiencias individuales y colectivas.
Los maricones, esos abanderados del feminismo y lo LGBTIQ+
Hay que decir que la obra de Wittig ha sido objeto de diversas interpretaciones y debates dentro del feminismo. Pero al mismo tiempo, a los maricas siempre se nos va la mano con lo de ser aliados del feminismo mientras ignoramos la obra de autoras como ésta. Wittig no es tan conocida en los círculos gay de a pie porque su trabajo, centrado en la crítica feminista y queer, puede que no resuene directamente con nuestras experiencias y preocupaciones. Además, la diversidad de perspectivas dentro de la comunidad LGBTIQ+, de la que siempre nos hemos creído abanderados, significa que no todos los individuos comparten los mismos intereses o se identifican con las mismas corrientes teóricas,… y todo el mundo sabe que los maricones siempre nos estamos mirando el
raboombligo.Qué pesados somos y qué buen par de hostias nos merecemos.