Nos disponemos a celebrar el fin de año como toca: que nadie se quede en casa, a comer como cosacos y a beber como cerdos –¿era así?–. Siempre igual: navidad, nochevieja, los Reyes Magos, después vendrá la pascua –fallas mediante–, el verano y vuelta a empezar. Con cumpleaños por medio, claro está. Todos estamos bien programados para hacer las mismas cosas al mismo tiempo y si no, somos raros. ¿Qué pasaría si una nochevieja cenáramos una tortilla francesa, un yogur y viéramos una película en DVD? ¿Y si en nochebuena nos fuéramos a un restaurante chino? Supongo que yo acabaré tomando las uvas y un par –o dos o tres pares– de copas de cava, hay que cumplir con la programación y la tradición. No soy nada original. ¿Cuántas veces habré dicho lo de que paso de mi cumpleaños? Pues este año lo he celebrado, sin fiesta, pero lo he celebrado. ¿Cuántas veces he dicho que paso de la nochevieja? Este año, igual. ¿Cuántas veces he dicho que la navidad me toca las narices? Pues ya me veis felicitando la navidad a diestro y siniestro y haciendo las visitas de rigor.
¿Seré un pez?
Por la boca muere el pez
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