Vayan pasando por el foro a depositar su voto.
El 16 de junio de 1904 es la fecha en la que transcurren los hechos narrados en la obra maestra de James Joyce, Ulises. Podemos reconocer el valor de la novela desde el punto de vista técnico y la influencia que ha tenido en toda la literatura posterior, sí, pero ¿quién se la ha leído del todo? A ver, queremos confesiones, con cuadro negro delante de los ojos y todo. ¡Qué pocos han acompañado a los pobres Leopold y Stephen! Pues sí que estamos bien. Es una obra maestra de las gordas, pero es que es dificilísima. Y quien diga que no, miente. Lo del monólogo interior es uno de los mayores inventos literarios –que no es de Joyce, por cierto, al parecer es de un tal Édouard Dujardin, al cual no tengo el gusto de conocer–, pero puede cansar al más pintado. La pobre Molly Bloom pasará a la historia como una de las tías más rácanas en signos de puntuación:
…I was a Flower of the mountain yes when I put the rose in my hair like the Andalusian girls used or shall I wear a red yes and how he kissed me under the Moorish wall and I thought well as well him as another and then I asked him with my eyes to ask again yes and then he asked me would I yes to say yes my mountain flower and first I put my arms around him yes and drew him down to me so he could feel my breasts all perfume yes and his heart was going like mad and yes I said yes I will Yes.
¿A que te han entrado ganas de ir corriendo a comprarte la novela?
Definición de andar por casa: el monólogo interior intenta plasmar el pensamiento con total fidelidad, e. d., tal cual le vienen las palabras a la cabeza del personaje en cuestión, así queda escrito. Generalmente hay pocos signos de puntuación, ya que eso entorpecería la lectura de los pensamientos. Vamos, que lo que quiere el escritor no es que nos pongamos en el pellejo del personaje, sino en su mismísimo coco y que presenciemos en directo qué ocurre en su interior, mutilado, claro, porque no sabemos qué está sintiendo.
Volvamos a Ulises. No todo es monólogo interior:
Silenciosamente, ella le había acercado en un sueño después de morir, con su cuerpo consumido, en la suelta mortaja parda, oliendo a cera y palo de rosa: su aliento, inclinado sobre él, mudo y lleno de reproche, tenía un leve olor a cenizas mojadas. A través de la bocamanga deshilachada veía ese mar saludado como gran madre dulce por la bien alimentada voz de junto a él. El anillo de bahía y horizonte contenía una opaca masa verde de líquido. Junto al lecho de muerte de ella, un cuenco de porcelana blanca contenía la viscosa bilis verde que se había arrancado del podrido hígado en ataques de ruidosos vómitos gimientes. Silenciosamente, ella le había acercado en un sueño después de morir, con su cuerpo consumido, en la suelta mortaja parda, oliendo a cera y palo de rosa: su aliento, inclinado sobre él, mudo y lleno de reproche, tenía un leve olor a cenizas mojadas. A través de la bocamanga deshilachada veía ese mar saludado como gran madre dulce por la bien alimentada voz de junto a él. El anillo de bahía y horizonte contenía una opaca masa verde de líquido. Junto al lecho de muerte de ella, un cuenco de porcelana blanca contenía la viscosa bilis verde que se había arrancado del podrido hígado en ataques de ruidosos vómitos gimientes.
Puestos a seguir con vísceras, diría que esta novela es como unos sesos de cordero: algunos consideran que es un manjar y otros, que es una gorrinada.
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