Y yo me pregunto, ¿tan difícil es que RENFE pueda cumplir los horarios que ellos mismos publican? ¿Tan difícil es que los autobuses pasen con normalidad cuando llueve? ¿Tan difícil es que haya servicio nocturno de autobuses, tren y metro? ¿Qué es lo que se pretende? ¿Que usemos el coche? ¿No se trataba de usar el transporte público y dejar los coches, que es más barato, contamina menos y descongestiona la ciudad?
Bueno, pues hoy he decidido coger el tren para ir de Valencia a Puzol. Hora de salida: 11:20. Hora de llegada prevista: 11:44. Hora de llegada real: 12:00. El trayecto es de unos veinte kilómetros. El tren ha estado parado en una estación a mitad de camino unos quince minutos. Completamente parado. A los diez minutos ha pasado por una de las vías del centro de la estación, y a toda velocidad, una locomotora de un tren de esos de largo recorrido, de los que te garantizan la puntualidad y, si no, te devuelven el dinero. Claro, que no es lo mismo que todo un tren Barcelona – Valencia te pida la devolución del importe –¿cuánto canta el billete? ¿50 euros?– que cuatro gatos que te piden un euro noventa por el trayecto de tres zonas de cercanías. Pues a puntito he estado, si no fuera porque llegaba un cuarto de hora tarde a mi cita, de reclamar la devolución del importe de mi billete. Otro día, si me pillan guerrero, lo haré.
Todo esto ha ocurrido, todo hay que decirlo, después de un chaparrón que me ha dejado completamente empapado, por lo que he decidido entrar en una tienda que llevan unos –supongo– chinos, de esas multitiendas ex todo a cien, he pedido un paraguas por el que he pagado dos ochenta, así que ya te puedes imaginar la calidad. Salgo, lo abro y se rompe, entro, pido otro que esté en perfectas condiciones, lo abro, avanzo cien metros y me cosco de que ya no llueve. Estupendo. Por supuesto, cuando he vuelto a casa, el paraguas ya estaba roto. Así que nada, un paraguas de usar y tirar. He llegado estaba que bufaba, por supuesto. Claro que no puedo exigir más calidad a un paraguas del todo a cien, evidentemente, que los pobres ya tienen con apañárselas como pueden vendiendo estas cosas y conste que tienda de chinos que veo, tienda que visito, no sé si me estoy volviendo adicto a esto o qué. Si te fijas bien, muchos de los productos de estas tiendas están importados directamente de China, como un bolígrafo que compré una vez –ver foto adjunta–, horroroso donde los haya, creo que lo compré por eso. A todo esto, digo yo que comprar estos productos supondrá contribuir con la explotación de los trabajadores de aquel país, porque si por el bolígrafo pagué sesenta céntimos, pongamos, ¿cuánto habrá cobrado la persona que lo ensambló? ¿O serán de esos que la gente hace –o hacía– en casa mientras ve la telenovela? No lo sé. Misterio. Película aquí, quizá sea interesante. Más información, aquí.
Y hablando de China, mi desconocimiento de la literatura de allí es absoluto. Así que ya os estáis poniendo a recomendarme cosas, por lo menos para que me suenen los nombres, que no puedo participar en ninguna tertulia sobre el particular. Por otra parte, ¿llega aquí algo que no sea un clásico? Porque iba a decir que tampoco quiero best-sellers, pero tampoco sé si los hay, ¿o sí? En fin, que si sabéis de algo, me lo hagáis saber.
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