Sigo sin poder moverme de Valencia y sin muchas ganas de escribir por que tengo la cabeza pendiente de otras cosas. De la recuperación, de la ITV del coche (sí, la ITV de un coche que está a 2000 quilómetros de aquí) y de qué me voy a encontrar a mi vuelta, por ejemplo. Necesito volver a coger la rutina y poder centrarme en lo que me gusta: lo que he estado haciendo estos dos últimos meses pero porque yo lo decida y no por haber estado convaleciente.

A veces es muy difícil no quejarse de la vida, aunque lo tengas todo. Es cierto que hay muchas personas que lo están pasando peor que yo, y eso me hace sentir culpable por quejarme. Al comparar mi sufrimiento con el de los demás me parece que soy un niño mimado que lo he tenido todo en la vida y que no tengo derecho a sentirme mal.

También sé que las experiencias humanas son relativas, y lo que a uno le afecta profundamente puede parecer insignificante para otro. Todos tenemos nuestras propias movidas, y minimizar el propio dolor no lo hace desaparecer y es posible que, incluso, sea perjudicial.

Es injusto añadir una capa de culpabilidad a una experiencia que es dolorosa. Creo que todas merecemos un espacio para sentir y procesar nuestras emociones y nuestras vivencias, sin necesidad de compararlas constantemente con las de los demás. Al final, el sufrimiento no se mide en una escala universal, y tenemos el derecho a cuidarnos y darnos permiso para sufrir, sin importar lo que esté sucediendo alrededor.