Efectivamente. Los rituales de la sociabilidad masculina giran en torno a una continua demostración del hombre como proveedor. Esto justifica la dominación de la mujer: yo proveo, entonces tú debes obedecerme. Si no soy quien traigo el alimento a casa, no soy nada. Los hombres cocinan cuando se tiene que hacer alarde de esta función. De puertas para adentro, es ella la que lo hace. Por eso ellos hacen las paellas los domingos, con toda la gente mirando.
PD: El otro día puse un párrafo del mismo libro aquí. Lo estoy disfrutando como un cochino.