Ayer vi el último anuncio de Volkswagen, no me quedé con el modelo –sospecho que era un Touareg, que no sé si se escribe así–, pero sí con la marca, así que no sé si esto significa que es un buen anuncio o es malo. Otro de Volkswagen me gustaba también, el de los dos niños que estaban sentados a la puerta de una casa y el de la derecha jugaba a conducir hasta que se le ponía la cara roja como un tomate. Otro de coches, el de Dacia Logan, de Renault, el que sale un tipo dentro del coche escuchando una canción de Locomía. El del duende de color naranja de la ONCE, el de UFESA en el que sale un fabricante de bolsas de aspiradores y otro, el del vendedor de galanes de noche de la misma marca. Y las cortinillas de Cuatro, que no se me olviden, las que dicen que nos quedan cuatro primaveras, no las otras.
He preferido empezar hablando de los que me gustan porque si empezara con la lista de los que me dan por saco no pararía, empezando por todos los que contengan las palabras «active», «break» o «vital» hasta el de «Qé canuto!» –obsérvese la cuestión ortográfica–, pasando por los que descaradamente pretenden asociar una palabra –por ejemplo, el de Fujitsu– o un gesto con la marca o con el producto, que anda que no se les ve el plumero. Por no hablar de las que sacan a un famoso –generalmente un deportista al que parece que le hayan puesto tres inyecciones de Botox en los labios– o los de politonos que emite Antena 3 durante la emisión de los Simpson, que eso sí tienen delito punible, la madre que los parió. ¿Y el último de Coca-Cola? Me revuelve el estómago que intenten asociar la bebida con una donación de sangre, me parece el colmo, porque si alguien dona sangre porque le dan esa bebida o se toma la bebida porque debe de ser fantástica y maravillosa cuando estás decaído –fíjate, si te la dan después de una donación de sangre, es que es buena–, retomo el hilo, si alguin dona sangre por el anuncio, es para plantearnos qué pasaría si a alguien le da por asociar no usar condones con el efecto invernadero.
Y todo esto lo digo sin tener ni puta idea de cuál es el proceso de creación de un anuncio para televisión, que seguro que dan a elegir al cliente quien, por supuesto, acepta la peor de las propuestas. Insisto, no sé cómo funciona, si es la publicitaria la que presenta unas ideas al cliente o si el cliente les dice exactamente qué tienen que hacer o si se encarga un anuncio y el resto lo ponen los creativos. Lo que pienso es que no hay nada mejor que un anuncio verdaderamente inteligente –que no tiene por qué ser chistoso– para tener a un espectador pegado a la pantalla y al mensaje y no como algunas firmas, que agotan al pobre Bruce Lee, rescatan cancioncillas de la transición o se inventan otras –hay una que me pone de los nervios, la de «su magia y su poder»–, que son peores aún.
Y termino con los que más me fastidian. Ahora se han puesto de moda los anuncios con un filtro gris, azulado o amarillento en los que una voz da un discursillo que pretende ser originalísimo, profundísimo y sentidísimo sobre lo que hay que hacer en la vida, en el amor o en lo que sea y que terminan intentando asociar un producto o un servicio con esa palabrería boba de tercera. No son ni uno ni dos: son legión. ¿Habéis sacado la cuenta?
PD: Os dejo dos enlaces interesantes sobre fotografías retocadas para la publicidad. Enlace 1. Enlace 2.
Son legión
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