Etiqueta: autoaceptación

  • La normatividad: qué es, por qué es necesaria y cómo podemos gestionarla

    La normatividad: qué es, por qué es necesaria y cómo podemos gestionarla

    La normatividad es un concepto que cada vez genera más debate. Todo esto normatividad. No hay discusión más socorrida entre los gafapastas (y mira que soy antiguo), que éste, no hay nada más instagramero que no ser normative. Es el corazón de una lucha cultural en la que todes, de una forma u otra, estamos inmersos. Pero, ¿qué es exactamente la normatividad?

    La normatividad es el conjunto de reglas y expectativas sociales que orientan nuestros comportamientos. Estas normas, explícitas o implícitas, nos indican cómo debemos comportarnos en distintos contextos sociales o cómo debemos ser o el aspecto que debemos tener. Las sociedades generan «normatividades» porque regulan nuestras interacciones y crean un marco que facilita la convivencia. Sin este marco, sería complicado, si no imposible, funcionar como comunidad.

    Desde una perspectiva psicológica, la normatividad cumple una función fundamental: reduce la carga cognitiva. En lugar de tener que analizar y decidir continuamente cómo comportarnos en cada situación, las normas sociales nos proporcionan una guía preestablecida. Así, podemos actuar de manera automática en muchas ocasiones, ahorrando energía mental para situaciones más complejas. Somos seres biológicos con una capacidad cognitiva mucho más reducida de lo que creemos. Estamos programados para pensar cuanto menos, mejor.

    Imagina la siguiente situación: vas por la calle, no hay nadie, está oscuro y ves que hay una persona a la que no ves los rasgos ni lo que está haciendo. Lo que deberías hacer es evitar a esa persona. No te puedes parar a observar si lleva un cuchillo o si te está siguiendo con la mirada. Porque si es así, cuando te des cuenta ya te habrá atacado. Por eso nos comportamos en esa situación sin pensar, sin considerar todas las variables del entorno.

    La normatividad es más o menos lo mismo. Para ser funcional en sociedad, no podemos procesar toda la información que tenemos a nuestro alcance en cada situación. Tenemos que saber reaccionar de manera rápida y efectiva, al menos estadísticamente.

    Sin embargo, aunque las normas que regulan nuestro comportamiento social son necesarias, la normatividad no es un ente fijo ni universal. Está cultural e históricamente situada. Lo que se considera normal en una sociedad o en una época puede ser visto como completamente inapropiado en otra, aún dentro de la misma sociedad. Las normas cambian con el tiempo y dependen de la cultura que las sostiene porque las circunstancias del entorno y la estructura de la propia sociedad cambian. Esta variabilidad hace evidente que no hay una única forma de hacer las cosas «bien», aunque la sociedad en la que vivimos nos haga pensar lo contrario. De ahí que las normas en cada sociedad sean diferentes.

    A pesar de su utilidad, la normatividad también puede ser una fuente de sufrimiento para quienes no encajan. Las personas que no cumplen con las normas físicas, ideológicas o comportamentales pueden experimentar exclusión o rechazo y eso sí es universal. Esto puede afectar a individuos por su aspecto físico—si son gordos, muy delgados, tienen una enfermedad visible, o un tono de piel diferente—o incluso por cómo piensan o eligen vivir sus vidas.

    Frente a este malestar, algunas personas buscan desafiar las normas sociales para aliviar el sufrimiento. En el ámbito de la comunidad gay, por ejemplo, los «osos» han creado una subcultura que celebra la apariencia física natural de hombres que no se ajustan al ideal de cuerpos jóvenes y musculosos. Sin embargo, lo que ocurre es que simplemente se sustituye una normatividad por otra. En lugar de eliminar el sistema, tal y como se cree que se está haciendo, se genera otro conjunto de expectativas que pueden terminar siendo igual de restrictivas. De ahí que todos conozcamos a los osos que van de divinos. Y por cierto, decir que van «de divas» es igual de misógino y asqueroso que decir «ése es un activazo» y «éste es una pasiva». A ver si nos enteramos que que te guste que te den por el culo no está mal y que puedes ser un «pasivazo», en masculino. En eso el inglés nos supera; la expresión «power bottom» es maravillosa, os tengo que decir.

    Desde un punto de vista psicológico, volviendo al tema, tal vez la solución no sea destruir las normas o sustituirlas con otras. Quizás el camino más saludable sea aceptar que no podemos agradar a todo el mundo ni cumplir con todas las expectativas. Lo realmente importante es aprender a querernos tal como somos, con nuestras imperfecciones. No se trata de adaptarnos a las normas o de crear otras que se ajusten mejor a nosotros, sino de aceptar que somos falibles y que no siempre encajamos. Como decía Carl Rogers, la aceptación total de uno mismo es clave para el bienestar. La autoaceptación no significa renunciar a mejorar, sino dejar de luchar por encajar en moldes impuestos y aprender a valorar nuestra individualidad.

    Eso no quiere decir que haya que sostener las normas nocivas e inflexibles. Al contrario, hay que luchar por la aceptación de cualquier persona, esté dentro de la norma o fuera de ella. Hay que intentar que no tener un comportamiento normativo no sea motivo de discriminación o de reacción social. Por cierto, ser un asesino en serie es igual de no normativo que ser maricón, así que no nos vale «no tener normatividades». Sí son necesarias, lo que tenemos que hacer, como sociedad, es evitar que éstas causen sufrimiento, a nivel individual y colectivo.

    Sigue leyendo:
    
    Berger, P., & Luckmann, T. (1991). La construcción social de la realidad. Amorrortu Editores.
    
    Foucault, M. (1977). Vigilar y castigar. Siglo XXI Editores.
    
    Rogers, C. (1961). On Becoming a Person: A Therapist's View of Psychotherapy. Houghton Mifflin.
  • ¿Qué es la autoestima? Un apunte muy breve

    ¿Qué es la autoestima? Un apunte muy breve

    Mucha gente habla de la autoestima como equivalente a «quererse a uno mismo / a una misma» cuando, en realidad, es un concepto que no es positivo o negativo en sí mismo. También escucho decir que tal persona «tiene la autoestima muy baja», como si fuera algo inmutable a lo largo de la vida y que fuera el resultado de las decepciones pasadas o incluso el maltrato. La autoestima, para mí, es un constructo un poco difuso, que no se entiende a nivel popular y que tenemos tendencia a asociar con valores como la humildad o la resignación.

    La autoestima, en general, es la valoración que hacemos de nosotros mismos, incluyendo nuestras cualidades, habilidades y defectos y que emerge de cuatro pilares fundamentales:

    1. Autoconocimiento. Conocerse a sí mismo, tanto las fortalezas como las debilidades, nos permite aceptarnos tal y como somos, sin compararnos con los demás.
    2. De lo anterior surge la autoconfianza: la creencia en nuestras capacidades para afrontar los desafíos de la vida. La autoconfianza nos permite tomar decisiones, asumir riesgos y perseguir nuestros objetivos.
    3. La autoaceptación es otro pilar fundamental y se refiere a la aceptación más o menos incondicional de nuestras imperfecciones y errores como parte de la vida, sin resignarse, sino aprendiendo de ellos para mejorar continuamente.
    4. La consecuencia resulta ser el autocuidado, que se refiere (sorpresa) a la medida en la que tenemos en cuenta nuestro bienestar físico y mental.

    Ni tener la autoestima alta significa ser arrogante o soberbio, ni lo contrario significa ser humilde. Tampoco es correcto pensar que la autoestima se vincula exclusivamente en cómo nos ven los demás o que solo se trata de sentirnos felices todo el tiempo. La autoestima también implica aceptar nuestras emociones negativas y aprender de ellas.

    La autoestima es una compleja red de pensamientos, sentimientos y comportamientos que influyen en nuestro bienestar general. Cultivar una autoestima sana es un proceso continuo que requiere dedicación y esfuerzo y todos y todas hemos sufrido por tener un pobre autoconcepto, ajustado a la realidad o no. Una autoestima saludable se traduce en un mayor bienestar emocional, mejores relaciones interpersonales, mayor éxito en la vida personal y profesional, y una mayor capacidad para afrontar los desafíos de la vida, eso está claro.

    Recuerda, y creo que eso es importante, que la forma en que nos vemos varía constantemente, según lo que nos ha ocurrido ese día, depende del cansancio, de lo que hemos comido, de la educación que hemos recibido, de si estamos en paro, de si nuestro cuerpo no es normativo y de muchísimas otras variables, casi todas fuera de nuestro control.