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  • El uso de las lenguas cooficiales en el Congreso de los Diputados

    El uso de las lenguas cooficiales en el Congreso de los Diputados

    Hoy ha entrado en vigor el nuevo reglamento del Congreso de los Diputados por el que se permite el uso de las lenguas cooficiales de España en las sesiones. Los diputados y las diputadas de la ultraderecha fascista han decidido que no tenían por qué escuchar las intervenciones de otros diputados y diputadas en las lenguas cooficiales. Para eso son más chulos, más cuñados y más subnormales que nadie. Cuca Gamarra ha vuelto a mentir, nada nuevo por esa parte, y los diputados y diputadas de las regiones bilingües han usado sus lenguas durante los turnos de palabra. Nada nuevo bajo el sol.

    En Dinamarca no existe una prohibición expresa de usar las lenguas cooficiales del estado, lo que pasa es que la situación es diferente de la española porque no hablamos de lenguas cooficiales del estado sino lenguas oficiales en los estados. El Reino de Dinamarca está compuesto por tres naciones soberanas: Groenlandia, las Islas Feroe y Dinamarca. Ésta última controla la política monetaria y la defensa y su jefe de estado, la reina, es también jefe del estado de las otras dos naciones. En todo lo demás, las tres naciones son estados «soberanos», aunque lo de «soberanos», cuando no te puedes defender y te controlan en qué te gastas la paga, es mucho decir. Para aclararnos, Dinamarca es madre soltera, y las Feroe y Groenlandia son las dos hijas adolescentes.

    El Folketing es la única cámara legislativa del país y su reglamento no prohíbe el uso de ninguna lengua pero tampoco promulga el uso de las tres lenguas nacionales del reino. O sea, que cualquiera puede usar la lengua que le pete en las sesiones plenarias que nadie puede mover una ceja, aunque los documentos no se traduzcan a las demás lenguas. Cualquier parlamentario o parlamentaria de Groenlandia puede hablar el Inuit – su intervención será traducida al danés. Y ya está.

    La situación es diferente en tanto las tres naciones son totalmente independientes y sus parlamentos pueden tomar las decisiones que les salga del mismísimo escaño siempre que se mantenga el statu quo en esos tres aspectos, a. s., la defensa, la política monetaria y la jefatura del estado. Recuerda a la situación española, aunque no es exactamente igual.

    ¿Te imaginas que alguien se atreviera a decir que Cataluña es un «estado soberano»? ¿Qué ocurriría? No me quiero ni imaginar, pero no me extrañaría que terminaran en la cárcel… Oh, wait…, que va a ser que ya ha pasado. ¿A que te suena? Pues eso: que te puedan enchironar por decir que el País Valencià o Cataluña o las Canarias o el Val d’Aran es un estado soberano, me parece la hostia. Y me sorprende más todavía que nadie mueva una ceja al respecto. No es normal que en pleno siglo XXI, un(a) representante del pueblo no pueda decir en las Cortes lo que le venga en gana: la propia Constitución dice, en el artículo 20, que el único límite a la libertad de expresión radica en el «derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia». Y yo me pregunto, honestamente, en qué afectan que yo pueda manifestar en público mis ideas sobre la naturaleza nacional del cualquier territorio con los límites constitucionales de mi libertad de expresión. No lo entiendo.

    Pues con las lenguas cooficiales ocurre lo mismo, ¿no? ¿No se supone que los legisladores están para controlar al gobierno del país, para generar las iniciativas legislativas necesarias para mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía? ¿No se supone que representa al pueblo español? ¿De qué manera entra en conflicto todo esto con el que un diputado o una diputada use una lengua cooficial? ¿De qué manera menoscaba el uso de la lengua la representación del pueblo o la función legislativa que se atribuye a la cámara?

    La respuesta es fácil: en nada. En absolutamente nada. Cualquier argumento contra el uso del catalán o el gallego en las Cortes no es más que una deformación de las verdaderas intenciones de quien lo emplea, a. s., perpetuar la dominación de un pueblo (el castellano) sobre el resto y sostener un sistema de discriminación y menosprecio del capital cultural, social, político y económico de quienes emplean otras lenguas. El argumento éste de que como tu DNI dice que «eres español y por tanto debes hablar español» es tan absurdo y apriorístico que me deja estupefacto que se siga utilizando. Esto implica que la realidad se modifica en función de la documentación que ésta genera: no es que un papel registre la realidad, sino que la realidad se genera a raíz de la documentación que se supone que debe registrar, o sea, una locura que no tiene sentido. Un informe médico dice que estás enfermo, pero la causa de tu cáncer no hay que buscarla en el documento con el diagnóstico, sino que te has pasado toda la vida fumando y bebiendo, por ejemplo. El DNI no genera la realidad, sólo lo registra. Además, de la nacionalidad española no se deriva la exclusividad de la lengua castellana porque existen individuos españoles que hablan otras lenguas, quod erat demonstrandum.

    Es ridículo limitar el uso de las lenguas españoles en el Congreso. Ni se basa en argumentos orientados a las funciones legislativas y representativas de la cámara, ni atenta contra estas funciones. No quieres que se hable catalán en el pleno porque eres un reaccionario que sigue sin entender que el castellano es una de tantas lenguas españolas, no la única lengua española. Y si no lo tienes claro, eres un puto fascista. Entérate.

  • Una lengua en pañales

    El gallinero anda revuelto con Cataluña. En los últimos meses he llegado a leído que se discrimina a los castellanoparlantes porque Zara rotula los precios en catalán y he presenciado reyertas sobre si el catalán es más antiguo que el castellano. De todas las estupideces respecto «la cuestión catalana», éste de la antigüedad de las lenguas entra en la categoría de pronóstico de problema cognitivo severo.

    ¿El castellano es más antiguo que el catalán? No.

    ¿El catalán es más antiguo que el castellano? No.

    ¿Entonces ambos son igual de antiguos? No.

    ¿Importa? No.

    ¿Sabremos algún día la respuesta? Nunca.

    Ni sabemos cuándo nacieron el catalán o el castellano, ni cuántos hablantes había de cada una de las dos en qué momento, ni si el heredero espiritual del pensamiento romano es el francés meridional o el inglés de Rajoy. Son discusiones necias que sirven para ver quién la tiene más gorda. Nota bene: si te descuidas, en Forocoches puedes llegar a leer gilipolleces como que los triceratops ya hablaban euskera.

    Las lenguas son como las cucarachas: seres vivos que nacen, crecen, se reproducen y mueren. Algunas resucitan, como el hebreo moderno. Otras son muertos vivientes, como el córnico. Aquí una lista de lenguas en peligro. Y aquí un mapa estupendo sobre el mismo asunto. Pero eso es otra historia que deberá ser contada en otro momento.

    En rojo, el Territorio del Norte.

    Una noticia de 2013

    Dicen que cada año canino son siete años humanos. Siguiendo el mismo principio, un eructo humano equivale a cinco años en lingüística histórica, semana arriba, semana abajo. La noticia de abajo es de 2013, o sea, que en términos filológicos, sigue siendo una noticia fresquita.

    Carmel O’Shannessy, de la Universidad de Michigan, ha descubierto que un grupo de unos 600 warlpiris, en el Territorio del Norte, Australia, están empezando a usar una nueva lengua a la que los filólogos han llamado light warlpiri. Esta lengua era desconocida anteriormente y, aunque está emparentada con el inglés, se ha desarrollado al margen de éste y de la otra lengua vecina, el warlpiri.

    Observar el nacimiento de una lengua es un evento excepcional. Más aún si esta lengua expone mecanismos extraordinarios, algunos de ellos desarrollados a partir de las gramáticas y las relaciones léxicas de sus lenguas madre.

    Orígenes

    Es imposible certificar la fecha exacta del nacimiento de una lengua. Es como determinar el día y la hora en la que los dinosaurios se convirtieron en aves. Es un proceso progresivo para el que no existen fronteras. Para Carmel O’Shanessy, el light warlpiri nació en los años 70 u 80 del siglo XX, porque los hablantes más viejos tienen unos 45 años.

    Una lengua criolla

    Al principio, el light warlpiri no era más que una variante criolla del warlpiri. En otras palabras, usaban vocabulario de una lengua y estructuras de otra, en este caso el warlpiri y el inglés. Con el tiempo, estas hablas terminan cuajando de tal manera que crean un sistema nuevo con elementos de ambas lenguas. Si un habla con elementos de dos lenguas diferentes llega a convertirse en la forma de comunicación primaria de una generación entera, se considera que ha nacido una nueva lengua criolla. Pero esto es algo que no ocurre de hoy para mañana.

    O sea, que si mezclamos la gramática del español y usamos palabras del inglés, con el tiempo ya tenemos una lengua criolla, ¿no? Pues no. Para que una mezcla de dos lenguas se convierta en una tercera, uno ya no puede mezclar las palabras como le sale del arco del triunfo, sino que tiene que usar estructuras consideradas válidas dentro del sistema de la lengua criolla. Aunque criolla rima con polla, no puedes hacer lo que te salga de la misma.

    Pero ya me estoy extendiendo mucho con las lenguas criollas: lo dejo para el post siguiente.

    La lengua warlpiri

    Mapa de las lenguas indígenas de Australia. En amarillo, las lenguas pama-nguyan, como el warlpiri.

    La lengua warlpiri, una de las dos mamás de esta nueva lengua, está bien estudiada. Su fonología es sencilla: tres vocales cortas y tres largas, como el árabe clásico, y unas consonantes normalitas, sin fricativas, pero con retroflejas. Las raíces verbales son escasas, pero con mecanismos morfológicos desarrollan una gran cantidad de lexemas, e. d., que no porque tengan pocas raíces tienen problemas para expresar ideas. La morfología es aglutinante, o sea, que las terminaciones se pegan una detrás de la otra a mogollón, como el vasco, el húngaro, el esperanto o el finés. Hasta ahí, nada para flipar.

    Sin embargo, los orgasmos cósmicos de los filólogos vienen con el avoidance register. En pocas palabras, el avoidance register o “registro de evitación”, traducido a lo bruto, es un mecanismo mediante el que ciertas palabras y expresiones están limitadas a su uso en determinados contextos comunicativos que dependen de las personas que intervienen en el acto de habla. O sea, que según quién participe en la conversación, los hablantes usan unas expresiones u otras.

    En warlpiri, no se permite la conversación entre ciertos miembros de la familia, por ejemplo uno no puede hablar como si tal cosa con los suegros. Sorpresa. Si es estrictamente necesario dirigirse a ellos, entonces hay que usar este registro. El vocabulario es mucho más restringido que en la lengua normal. Por ejemplo, la lengua dyirbal usa las palabras dyambun, bugulum, mandidya y gaban para designar diferentes tipos de larvas. Sin embargo, al hablar con la suegra, todas esas palabras se convierten en tabú y deben usar la palabra dyamuy para designar a los cuatro tipos de gusano. Es más o menos como usar la tercera persona del singular al dirigirnos a un desconocido.

    Los warlpiri. Fuente.

    Los warlpiri, durante generaciones, han usado el warlpiri (el “warlpiri” a secas) y el inglés. Ethnologue dice que hay 2510 hablantes, según el censo de 2006. Esta lengua de la familia Pama-Nyungan, es una de las pocas que resiste el acoso del inglés. De las 300 y pico lenguas australianas vivas cuando llegaron los colonizadores, solo sobreviven 90. Y de ésas, 17 tienen el vigor necesario para sobrevivir a largo plazo. El asunto de las lenguas en peligro es interesante de cojones, pero también es una historia para otro momento.

    El light warlpiri está en pañales. Sabemos que está evolucionando rápidamente y que con el tiempo las diferencias con sus lenguas madres se harán tan grandes que los hablantes de unas y otras terminarán sin poder entenderse. Éste es el primer criterio para distinguir una lengua de una variante. Aplíquese para el valenciano y el catalán, por ejemplo.

    No quiero enrollarme más. Determinar si el castellano es más antiguo que el catalán o al contrario, no solo es una una discusión estúpida, sino que puede arruinar discusiones reales que sí merece la pena. Como decía Benford, «la pasión asociada a una discusión es inversamente proporcional a la cantidad de información real disponible.»