Etiqueta: depresión

  • Lo que no debemos decir a las personas con depresión  

    Lo que no debemos decir a las personas con depresión  

    Enfrentarse a la depresión, ya sea en uno mismo o en un ser querido, es una experiencia muy dolorosa. Quienes la viven muchas veces sienten que están en el fondo de un pozo del que es difícil ver la salida. A pesar de que nuestras intenciones sean buenas, las palabras que se les dirigimos pueden ser muy nocivas porque pueden agravar la situación en vez de aliviarla. Últimamente, por El Contratiempo, me he encontrado con muchas personas que intentaban darme ánimos con toda la buena intención y luego me daba cuenta de que me encontraba más triste y desanimado. Sé que no me lo han dicho con ánimo de joder, ni muchísimo menos. Sin embargo, todos hemos caído en la trampa de intentar animar a una persona querida y hemos terminado lanzando un mensaje totalmente opuesto. Por eso creo que es importante aclarar un par de cosas: hay algunos discursos que debemos evitar cuando una persona está deprimida o lo está pasando mal por cualquier razón.  

    El mito del ánimo y la simplificación de la experiencia  

    Una de las reacciones más comunes ante una persona deprimida es intentar animarla. Frases como “vamos, anímate”, “no estés triste” o “mira el lado bueno” o “las cosas pasan por algo” son, lamentablemente, habituales. Quienes las expresan lo hacen por un deseo de ayudar genuino, creyendo que un cambio de perspectiva puede marcar la diferencia. Estas palabras se perciben como una negación de la realidad emocional de la persona afectada. Cuando estás em no hay nada bueno que mirar, no se entiende que eso ocurra “por algo”.  

    La depresión no es simplemente estar triste o de mal humor: es una condición compleja que afecta la química cerebral, la cognición y la forma en que entendemos el mundo. Decirle a alguien que se anime implica que su estado emocional es una elección o que, con suficiente fuerza de voluntad, pueden salir de ella. Es como decirle a alguien con asma que respire, con la cantidad de aire que hay y con lo fácil que es. La persona con asma y la persona con depresión no están así por elección propia y no pueden animarse con tanta facilidad. Si pudieran, créeme que lo harían.  

    Además, este discurso del ánimo genera en la persona deprimida una sensación de culpa por no poder animarse, con lo fácil que es, y cumplir con las expectativas de los demás. O bien sienten la vergüenza de ser incapaces de hacer algo que, aparentemente es muy fácil o pueden entender que su dolor se está minimizando, que no es importante o que es una chiquillada. Y eso puede hacer que se profundice en el aislamiento y la desesperanza.   

    “Hay cosas peores” y la competencia del dolor 

    Otra expresión común es: «hay personas que están peor que tú». De hecho, yo la he dicho sobre mí mismo cuando tuve el accidente. Esta frase, aunque a veces se utiliza para intentar poner las cosas en perspectiva, suele tener el efecto contrario. Comparar el sufrimiento de alguien con el de otros no solo es injusto, sino que también es insensible y yo creo que es totalmente imposible: el sufrimiento no se puede cuantificar. Una vez leí lo siguiente: ¿quién sufre más, el millonario que ha perdido un millón de euros en un mal día en la bolsa o la niña a la que se le ha roto su juguete más querido? Pues con la depresión, igual: es una experiencia profundamente personal, cada individuo la vive de manera única. No es una competición de quién sufre más. Minimizar el dolor, equiparándolo al de otros, hace que la persona deprimida se sienta incomprendida y avergonzada por lo que está viviendo. 

    Es fundamental reconocer que cada persona tiene su propia carga emocional y su propio contexto. La comparación trivializa la experiencia del dolor, enviando el mensaje de que no tienen derecho a sentirse como se sienten. Este tipo de comentario puede cerrar aún más la puerta a la comunicación y la apertura, elementos esenciales para la recuperación. 

    “Haz un esfuerzo” y la trampa de la autoayuda 

    Otra frase que se escucha a menudo es «haz un esfuerzo”, como si la depresión fuera un reto personal que puede superarse con determinación. La idea de que la depresión es un signo de debilidad o falta de esfuerzo es profundamente nociva y creo que debe evitarse a toda costa. Este tipo de comentario no sólo ignora la parte biológica de la depresión, sino que también puede perpetuar estigmas y malentendidos sobre la salud mental. 

    La depresión no es algo que pueda superarse simplemente «echándole ganas». Es una enfermedad que, en muchos casos, requiere intervención, terapia y, en algunos casos, medicación. Decirle a alguien que necesita esforzarse más es como decirle a alguien con una pierna rota que necesita caminar más: es cruel. El esfuerzo, en el contexto de la depresión, puede significar simplemente levantarse de la cama por la mañana. Lo que para una persona sana puede requerir un esfuerzo mínimo, para alguien con depresión puede ser una hazaña imposible. 

    Escucha en vez de hablar 

    En lugar de intentar «arreglar» a una persona deprimida con palabras, lo más importante que podemos ofrecer es nuestra presencia y disposición para escuchar. La depresión a menudo se acompaña de un sentimiento de aislamiento, y saber que alguien está dispuesto a escuchar, sin prisa por ofrecer soluciones, puede ser un bálsamo para quienes sufren. 

    Escuchar activamente implica validar las emociones del otro, mostrar empatía y estar presente, sin necesidad de llenar el silencio con palabras vacías o consejos no solicitados. Muchas veces, lo que las personas deprimidas necesitan es saber que no están solas en su dolor y que hay alguien dispuesto a acompañarlas en su oscuridad, sin intentar acelerar su salida de ella.  

    La comprensión y el respeto 

    Entender que la depresión es una condición con múltiples facetas y manifestaciones clínicas es crucial para poder acompañar a alguien que la padece. Cada individuo experimenta la depresión de manera diferente, y lo que puede ser útil para uno puede no serlo para otro. Por eso, es esencial ser respetuoso, evitar las generalizaciones y, sobre todo, no emitir juicios sobre cómo debería sentirse o actuar alguien que está pasando por este difícil momento. 

    En lugar de ofrecer consejos no solicitados o intentar minimizar su experiencia, es mucho más útil preguntar cómo podemos ayudar, ofrecer nuestro apoyo incondicional y recordarles que no tienen que pasar por esto solos. A veces, el simple acto de estar presente y ser un apoyo silencioso puede ser mucho más valioso que cualquier palabra bienintencionada. 

     La depresión es una situación muy difícil por la que pasa muchísima gente a lo largo de la vida. Acompañar a alguien que la padece requiere sensibilidad, empatía y, sobre todo, un profundo respeto por su experiencia. Evitar frases que simplifiquen, minimicen o juzguen su dolor es esencial para no agravar el sufrimiento.   

  • Frivolizar con la salud mental

    Frivolizar con la salud mental

    Normalizar la conversación sobre los problemas mentales es positivo, pero hay una enorme diferencia entre desestigmatizar la terapia —una conversación personalizada y dirigida por un experto— y convertirla en contenido para redes sociales. Usarla para conseguir atención, likes y dinero. “La depresión es una enfermedad que tiene que ser tratada por un especialista”, resume [Beatriz] López. "No necesitamos influencers, necesitamos psiquiatras".

    Enrique Alpañés

    Bromear con la salud mental, con el narcisismo y con la violencia es una frivolidad que no tiene cabida en una conversación seria. Ser moderna significa, precisamente, lo contrario: tomarte eso en serio. Si no, eres igual que la escoria ultra que hace chistes con las personas trans, con los maricones y con las mujeres.

  • La depresión no es estar triste.

    La ansiedad no es estar agobiado.

    La bipolaridad no es cambiar de humor.

    El TDAH no es ser inquieto y distraído.

    Estar delgada no es ser anoréxica.

    No tener hambre no es ser bulímica.

    Ser tímido no es ser autista.

    Ser organizado no es tener TOC.

    Ir al psicólogo no es estar loco.

  • ¿Usar mucho Instagram es malo?

    ¿Usar mucho Instagram es malo?

    Respuesta rápida: sí.

    Scherlock y Wagstaff (2019) dicen que la exposición a imágenes de otras mujeres, especialmente si éstas son valoradas como físicamente atractivas, correlaciona negativamente con la satisfacción respecto del propio aspecto y la autoestima, lo que aumenta la probabilidad de la aparición de síntomas de tipo ansioso y depresivo. En otras palabras: las mujeres que pasan mucho tiempo en Instagram viendo fotos de otras mujeres consideradas bellas tienden a encontrarse peor, a estar más tristes y/o ansiosas y a pensar que valen menos y son menos atractivas.

    Las autoras se preguntan, muy inteligentemente creo yo, si esto no es lo mismo de siempre; hace décadas que las mujeres están expuestas a imágenes de otras mujeres bellas de forma constante. Hay una diferencia, no obstante: mientras que las modelos se entienden como mujeres hasta cierto punto «extraordinarias» y «excepcionales», las fotos que ven en Instagram son de mujeres «normales y corrientes». E. d., mientras que la comparación con una modelo es difícil porque es un ser humano como de otro planeta, la comparación con estas mujeres «normales y corrientes» es más fácil. No es lo mismo compararse con una cantante que gana millones a espuertas que con la del gimnasio del barrio, que está muy buena y lo sabemos todos. Es precisamente ése el pensamiento que tiende a provocar los sentimientos negativos: «¿por qué ella sí está buena y yo no?».

    Para entender ésto, es útil leer a Liu et al. (2016), que ya dijeron que el uso de las redes sociales aumenta la tasa de comparación social, e. d., la frecuencia con la que nos valoramos a nosotros mismos tomando terceras personas como referencia y no por variables intrínsecas. Vienen a decir que no es lo mismo ser feliz porque algo me hace sentir bien, que serlo porque tengo más que los demás o porque he conseguido publicar una serie de fotos en Instagram sobre un viaje acojonante a las Seychelles o porque ésa ya no me puede mirar por encima del hombro.

    Los efectos de estas comparaciones son más perniciosos cuando la gente que parece común y cercana y al mismo nivel socioeconómico que nosotras publica una foto en la que sale súper bien, parece que se ha tenido que gastar una pasta y se lo está pasando de agasajo. No digamos ya cuando publica una foto en el gimnasio con el hashtag #fitspiration (amalgama de estar «fit» e «inspiration», en inglés, o sea, «estar en forma» e «inspiración»). ¿Por qué esa (o ese) que ya está buenorra (o buenorro) necesita «inspirarse» para estar en forma? O sea, ¿no está contenta ya con tener unas piernas y unas tetas de la hostia, como para que encima nos esté restregando por el hocico al resto del mundo la cantidad de esfuerzo que dedica a estar buenorrísima (o buenorrísimo)? Es que luego me miro y pienso «qué gorda estoy». Y lo que es peor: «no solo estoy gorda, sino que además no hago nada por remediarlo», ya hemos caído en la trampa del «si quieres, puedes».

    Vuelta al principio. ¿Instagram es malo? Sí. Usar Instagram mucho te va a venir del culo para la salud mental. Los datos que recogen Sherlock y Wagstaff sugieren lo siguiente y son muy claros: cuanto más tiempo pasas mirando fotos de Instagram, peor te sientes y más probabilidad habrá de que desarrolles algún tipo de trastorno de tipo ansioso. No es coña: pasar horas en Instagram te hace infeliz y te deprime. Las autoras, además, concluyen que estos efectos se observan más en mujeres jóvenes, pero no porque sean más vulnerables, sino porque usan Instagram más. O sea: la edad no te protege de los efectos perniciosos de esta red, es que eres más viejas y la usas menos. Ya está.

    Ayer lo decía, no sabemos cuáles son los efectos a largo plazo del uso de estas redes sociales. Pero es que aunque haya evidencias de que nos está viniendo fatal todo esto, no sabemos cómo atajarlo. Igualito que fumar, ¿verdad?