Etiqueta: memoria

  • Cómo y por qué fallan nuestros recuerdos

    Cómo y por qué fallan nuestros recuerdos

    La memoria humana es una herramienta fascinante. Por eso, confiamos confiamos en nuestros recuerdos para tomar decisiones, aprender de nuestras experiencias y contar nuestras historias personales. Sin embargo, la memoria no siempre es tan fiable como creemos. ¿Por qué sucede esto?

    Es importante entender que la memoria no funciona como una grabadora que registra y reproduce eventos exactamente cómo ocurrieron. En lugar de eso, la memoria es un proceso constructivo. Cada vez que recordamos algo, estamos reconstruyendo ese recuerdo a partir de fragmentos de información almacenada en diferentes partes del cerebro. Este proceso de reconstrucción es susceptible a errores e influencias externas.

    Uno de los principales factores que afectan la precisión de nuestros recuerdos es la sugestión. La memoria puede ser alterada por información que recibimos después de un evento. Por ejemplo, si varias personas nos cuentan su versión de un mismo acontecimiento, podemos incorporar detalles de sus relatos en nuestros propios recuerdos, incluso si esos detalles no son precisos. Este fenómeno se conoce como el «efecto de desinformación». En estudios clásicos de psicología, se ha demostrado que simples cambios en la forma en que se formula una pregunta pueden alterar significativamente lo que la gente recuerda. Por ejemplo, preguntar «¿Viste el coche rojo en el cruce?» puede hacer que alguien recuerde un coche rojo que no estaba allí. Para eso es súper interesante la obra de Loftus, en la lista de referencias de más abajo.

    Otro factor que influye en lo mala que es nuestra memoria es la emoción. Las experiencias emocionalmente intensas tienden a ser recordadas con más claridad que las neutras. Sin embargo, esto no significa que estos recuerdos sean más precisos. De hecho, las emociones pueden distorsionar los recuerdos. Durante eventos traumáticos o muy estresantes, el cerebro puede suprimir ciertos detalles mientras enfatiza otros, lo que puede resultar en recuerdos fragmentados o inexactos. Además, con el tiempo, la narrativa de un evento puede cambiar a medida que tratamos de darle sentido a lo que ocurrió, integrando nuestras emociones y creencias actuales. De ahí que los recuerdos más primitivos, más antiguos, suelen estar asociados a emociones muy intensas; recordamos a gente gritando o llorando, sonidos fuertes o imágenes impactantes. En mi caso, es así.

    La memoria también está influido por nuestras expectativas y por lo que creemos. Tenemos una tendencia a recordar eventos de una manera que sea coherente con aquello que pensamos que es correcto o con lo que esperábamos que una persona hiciera. Esto se conoce como «sesgo de confirmación». Por ejemplo, si creemos que alguien es de fiar, es más probable que recordemos sus acciones de manera positiva, incluso si hubo evidencia de lo contrario. Este sesgo puede reforzar nuestros prejuicios y estereotipos, haciendo que sea difícil cambiar nuestras opiniones incluso cuando se nos presenta nueva información.

    Además, la memoria se ve afectada por el paso del tiempo: los detalles específicos de un evento tienden a desvanecerse, mientras que el recuerdo general puede mantenerse. Este fenómeno, conocido como «desvanecimiento de la memoria», puede llevar a que las personas recuerden el «sentimiento» de un evento más que los detalles precisos. Por ejemplo, puedes recordar que una reunión familiar fue divertida, pero olvidar quién estaba presente o qué se dijo exactamente.

    En nuestra vida cotidiana, estos errores de memoria generalmente no son relevantes, pero en ocasiones pueden tener consecuencias de cierta importancia. Pueden afectar nuestras relaciones personales, al generar malentendidos o disputas sobre lo que realmente ocurrió. También pueden influir en nuestras decisiones, especialmente si nos basamos en recuerdos inexactos para evaluar situaciones o tomar decisiones importantes. En el ámbito legal, los testimonios basados en recuerdos son problemáticos, por decirlo suavemente, ya que la memoria de los testigos puede ser influenciada por numerosos factores, poniendo en duda la precisión de sus declaraciones.

    Es esencial ser conscientes de las limitaciones de nuestra memoria y ser cautelosos al confiar completamente en nuestros recuerdos, especialmente en situaciones críticas. Fomentar un escepticismo saludable hacia nuestros propios recuerdos y corroborarlos con fuentes externas cuando sea posible puede ayudarnos a tomar decisiones más informadas y precisas.

    ¿Alguna vez te has dado cuenta de que tu recuerdo de un evento es diferente al de otra persona que estuvo allí? ¿Cómo manejas las discrepancias en los recuerdos en tus relaciones personales? ¿Crees que la tecnología, como las fotografías y los videos, puede ayudar a mejorar la precisión de nuestros recuerdos o también puede ser engañosa?

  • El caso EP

    El caso EP

    Hoy voy a compartir mi fascinación por el caso del Paciente EP (joder, qué redicho soy), una de las historias que presento con más detalle a mis alumnos de primer curso de psicología, junto al Caso HM, que no tiene nada que ver con la cadena de ropa. El caso del Paciente EP es extraordinariamente revelador para la comprensión de la memoria y las funciones cerebrales.

    EP (las iniciales del paciente) sufrió daño cerebral bilateral en el hipocampo debido a una encefalitis viral en 1992. Este incidente resultó en una amnesia anterógrada severa, o sea, que no podía formar nuevos recuerdos a largo plazo después de la lesión, aunque sus recuerdos anteriores al daño cerebral permanecieron intactos. La amnesia de no acordarte de lo que hiciste en el pasado es la retrógrada, por cierto.

    El estudio Squire reveló que, a pesar de su amnesia anterógrada, las funciones cognitivas generales de EP, como las habilidades lingüísticas, se mantenían en su totalidad. Este hecho sugiere una especialización en la función del hipocampo en la memoria declarativa, sin afectar otras capacidades cognitivas.

    Una característica notable del caso fue la conservación de la memoria no declarativa o procedimental, incluyendo habilidades motoras y hábitos aprendidos, indicando que diferentes tipos de memoria podrían depender de regiones cerebrales distintas. En otras palabras: a pesar de que tenía dificultades para formar nuevos recuerdos conscientes (aquellos que se pueden expresar con palabras, como eventos cotidianos o información específica) sí podía aprender nuevas actividades motoras y nuevas rutinas aunque no recordara haberlas aprendido.

    Otro de los fenómenos más flipantes era que cada vez que iban a su casa, EP no recordaba a los investigadores. Le tenían que explicar constantemente qué hacían allí. Entonces, EP les dejaba pasar y comenzaban con las pruebas. Un día, uno de los miembros del equipo cayó en la cuenta de que EP no les recordaba, pero les dejaba pasar cada vez con más rapidez. Empezaron a controlar el tiempo y comprobaron que, efectivamente, cada vez ese tiempo era más corto. ¿Conclusión? EP no tenía ninguna memoria de haber conocido a esas personas: no tenía ninguna memoria consciente. Sin embargo, había algún tipo de memoria procedimental y/o emocional porque confiaba en ellos y, por eso, dejaba que entraran antes.

    El caso de EP contribuyó a la teoría de la consolidación de la memoria al sugerir que, si bien el hipocampo es esencial para la formación inicial de recuerdos, con el tiempo, esos recuerdos se consolidan en otras áreas del cerebro. Esto ha influido en la forma en que entendemos la relación entre el hipocampo y la memoria a largo plazo.

    La investigación sobre el caso y sobre casos similares todavía continúa. Los hallazgos han llevado a nuevos enfoques en el tratamiento de trastornos de la memoria y han estimulado investigaciones adicionales sobre la plasticidad del cerebro y la especialización de las funciones cerebrales. Todos los años lo presento en clase para que mis estudiantes trabajan la atención y la memoria y la localización de las funciones cerebrales.

    Es un caso que les flipa. Y a mí también.