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  • La lengua de signos nicaragüense y el ramen que me quitó las ganas de follar

    La lengua de signos nicaragüense y el ramen que me quitó las ganas de follar

    El otro día mencioné la lengua de signos nicaragüense (LSN) al respecto de la capacidad innata del cerebro para crear sistemas de comunicación de carácter lingüístico. Dos días después, salió el tema en una conversación con unos amigos después de meternos un ramen entre pecho y espalda que me había quitado las ganas de follar, de lo bien que me sentó. Una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero yo lo menciono. Yo qué sé, que vaya rulando. Cuento todo esto porque el tema es interesantísimo y porque los millones de seguidores que vivís en la provincia de Castellón y Teruel sabéis que me farcina todo lo que tenga que ver con las lenguas y el comportamiento. ¿El título de este post es clickbait? Por supuesto.

    Venga va, elaboro: hasta finales de los años 70, los niños sordos de Nicaragua vivían en un aislamiento social muy importante, ya que no contaban con un sistema de comunicación formalizado que les permitiera interactuar con otras personas fuera de sus núcleos familiares. Habían aprendido signos en casa, pero estos sistemas eran pobres, habían surgido de la improvisación y no podían utilizarlos con otros niños y niñas: éstos habían aprendido otros signos con sus familias. Sabemos, porque lo dijo Vigotsky y le tenemos mucha devoción, que el desarrollo cognitivo surge (o se facilita, o «se dispara a partir») de la interacción social; por tanto no será difícil entender que si no tienes ningún tipo de herramienta de comunicación, no podrás relacionarte con otras personas y si no puedes relacionarte, te desarrollarás cognitiva y socialmente de aquella manera. Esas generaciones con sordera que no tenían la oportunidad de aprender una lengua de signos en la escuela tenían déficits significativos en áreas esenciales de su desarrollo: muchos terminaban en situaciones de dependencia de por vida y con dificultades muy importantes para afrontar los retos de la vida adulta.

    En 1977, se inauguró el primer centro educativo para sordos en Managua, conocido como el Centro de Educación Especial Melania Morales. Este evento marcó un hito importante en la historia de la educación para personas sordas en Nicaragua. Los niños sordos comenzaron a ir al cole. Al principio, los maestros y maestras intentaron enseñarles a hablar y a leer los labios, una forma de abordar la situación que no resultó efectiva: los métodos tradicionales no lograban satisfacer las necesidades comunicativas de estos niños.

    Aquí es donde la historia se vuelve fascinante: sin un lenguaje formal al cual recurrir, los estudiantes comenzaron a crear espontáneamente sus propios gestos y señas para comunicarse entre sí. Este proceso de invención y adaptación fue especialmente notable entre los más pequeños, que habían sido escolarizados después de que los mayores hubieran aprendido a usar algunos gestos básicos. Estos niños más jóvenes tomaron estos gestos iniciales y los desarrollaron aún más, dotándolos de una estructura gramatical más compleja y coherente. En menos de una década, estos signos evolucionaron en una lengua completa y rica, conocida hoy como la LSN.

    La lingüista Ann Senghas estudió la evolución de LSN y observó que los niños más jóvenes fueron los principales innovadores en el desarrollo de la gramática de la lengua. Por ejemplo, los niños fueron inventando formas de indicar el tiempo, el modo y los aspectos de las acciones, lo que en lingüística se llama «Aktionsart», porque todo en alemán suena más aterrador. Todos estos sistemas de significados son muy importantes, precisamente, para los hablantes de castellano y el subjuntivo, el imperfecto y las perífrasis son los mecanismos que tiene el español para expresarlos. También comenzaron a usar la deixis, situando a las personas y los objetos en un «espacio de signos» que les permitía referirse a ellos de manera consistente y coherente. Aclaración: la deixis es un fenómeno que consiste en el uso de palabras cuya interpretación depende del contexto situacional, como los pronombres, adverbios de tiempo y lugar, y demostrativos. Por ejemplo, la palabra «yo» se refiere a personas diferentes dependiendo de quién la diga.

    Lo acojonante de todo esto es que este tipo de desarrollo es algo que se suele registrar en el transcurso de siglos, no de una década. Este sistema evolucionó a una velocidad inexplicable. Cada nueva promoción de estudiantes contribuyó activamente al desarrollo y enriquecimiento de LSN: no solo estaban aprendiendo un lenguaje, sino que lo estaban construyendo, dotándolo de una riqueza y complejidad que solo se observa en lenguas plenamente desarrolladas.

    Este fenómeno nos da pistas para entender que la capacidad lingüística es algo innato y al mismo tiempo ha subrayado la importancia de proporcionar a los niños sordos acceso a una lengua de señas desde una edad temprana, algo que nos está sorprendiendo mucho y que nadie nos podíamos imaginar. Quién nos iba a decir que la lengua de signos es una herramienta para la inclusión y el empoderamiento de las personas sordas.

  • ¿Por qué la observación de niños sordos es tan importante para entender la naturaleza del lenguaje humano?

    ¿Por qué la observación de niños sordos es tan importante para entender la naturaleza del lenguaje humano?

    Los que me seguís hace tiempo sabéis que las lenguas es un tema que me apasiona. He pasado por diferentes fases, como Saussure: de ser un normativista de mierda, me he convertido en ser un ser de luz y ahora soy un gran fan de la gramática universal, que no de Chomsky. Con reservas, pero fan. Cuando estudié las asignaturas de psicología que tenían que ver con el aprendizaje y las lenguas me explotó la cabeza. Pasé de creer que la lengua era un artefacto cultural construido y bla bla bla (que me cago en el máster de filosofía que hice, por cierto) a hablar del cerebro y la genética con pía reverencia. Pinker escribió un libro que releo cada cierto tiempo y que me he comprado tres veces porque he perdido dos copias: «The Lenguage Instinct». Leedlo, por favor.

    Steven Pinker propone en su teoría de la naturaleza innata de las lenguas que la capacidad para el lenguaje es una característica innata de la mente humana, como expliqué aquí. Según Pinker, el lenguaje no es simplemente un comportamiento aprendido a través de la imitación y la exposición, sino que los seres humanos nacen con una «gramática universal», una estructura subyacente que es común a todas las lenguas y que permite a los niños adquirir cualquier idioma al que estén expuestos.

    Pinker argumenta que esta capacidad innata es una adaptación evolutiva específica del ser humano. Los niños no necesitan una instrucción formal para aprender a hablar; en lugar de eso, simplemente necesitan estar en un entorno donde el lenguaje esté presente. Aprenden a hablar de manera espontánea y con sorprendente rapidez, lo que sugiere que la habilidad para el lenguaje es una característica biológica inherente, no una habilidad adquirida culturalmente.

    Las evidencias sobre los niños sordos aportan un apoyo contundente a esta tesis. Los niños sordos que no tienen acceso a una lengua de señas formal desarrollan espontáneamente sistemas de comunicación complejos, conocidos como «lenguas de señas caseras». Estos sistemas poseen una estructura gramatical consistente y siguen patrones similares a los de las lenguas habladas: los niños están predispuestos a crear sistemas lingüísticos organizados, incluso sin un modelo completo de una lengua formal, o sea, sin haber estado expuestos a un sistema lingüístico. Por tanto, la capacidad de hablar y el aprendizaje de la lengua no puede deberse exclusivamente a la imitación, porque si no, estos niños no desarrollarían espontáneamente estos sistemas.

    Los niños sordos que aprenden una lengua de señas formal, como el Lenguaje de Señas Americano (ASL), muestran etapas de desarrollo lingüístico muy similares a las de los niños oyentes que aprenden una lengua hablada. Pueden crear oraciones gramaticalmente correctas y demostrar una comprensión profunda de la sintaxis y la semántica de su lengua de señas. Estos hallazgos sugieren que la capacidad para adquirir y utilizar el lenguaje no depende del canal sensorial (auditivo o visual), sino que es una habilidad innata de la mente humana.

    En «The Language Instinct», Steven Pinker presenta una de las evidencias más flipantes: el caso de los niños sordos en Nicaragua. Estos niños desarrollaron una nueva lengua de señas de manera espontánea en la década de 1980. Antes de la implantación de escuelas para sordos en Nicaragua, estos niños no tenían un sistema de comunicación formal y hablaban mediante signos que habían aprendido en casa y que se desarrollaban en núcleos familiares. Los sistemas lingüísticos eran tan numerosos como familias había. Sin embargo, cuando fueron puestos en un entorno común, empezaron a desarrollar un sistema de señas que rápidamente evolucionó en una lengua completa con su propia gramática, conocida como la Lengua de Señas Nicaragüense (LSN). Los niños más jóvenes, expuestos a las señas iniciales creadas por los niños mayores, refinaron y estructuraron estas señas en un lenguaje más complejo y gramaticalmente consistente, lo que indica que las mentes infantiles están predispuestas a organizar la comunicación de manera lingüísticamente sofisticada.

    ¿Qué partes del cerebro están involucradas?

    Las observaciones de las últimas décadas respaldan la hipótesis de Pinker sobre la naturaleza innata del lenguaje. Todo apunta, y esto es lo flipante, que el lenguaje es una capacidad biológica e inherente a la especie, no es el producto 100% cultural que pensábamos. Ahora la pregunta es: si es una capacidad biológica, qué partes del cerebro son las responsables de estas capacidades? Pues allá va:

    1. Área de Broca: Ubicada en el lóbulo frontal izquierdo, esta zona es crucial para la producción del habla y la gramática. Cuando esta área sufre algún tipo de daño, las personas suelen tener dificultades para formar oraciones correctas y para articular palabras de manera fluida, una condición conocida como «afasia de Broca».
    2. Área de Wernicke: Situada en el lóbulo temporal izquierdo, es una área esencial para la comprensión. Si te jodes el área de Wernicke, por un accidente cerebrovascular, trauma (por ejemplo, cuando te das una hostia con el coche), muy probablemente desarrollarás la «afasia de Wernicke»: las frases serán más o menos gramaticalmente correctas y estarán bien construidas, pero no tendrán sentido.
    3. Fascículo arqueado: Este haz de fibras nerviosas conecta el área de Broca con el área de Wernicke. Es fundamental para la integración de la producción y comprensión del lenguaje. Si le pasa algo al fascículo arqueado será muy difícil repetir palabras y frases, lo que se conoce como «afasia de conducción».
    4. Giro angular y giro supramarginal: Estas áreas, localizadas en el lóbulo parietal, están involucradas en la lectura, la escritura y el procesamiento de la información semántica y fonológica. Ayudan a asociar las formas visuales de las palabras con sus sonidos y sus significados.
    5. Corteza auditiva primaria: Situada en el lóbulo temporal, esta área es responsable del procesamiento inicial de los sonidos del habla. Aunque no participa directamente en la producción del lenguaje, es crucial para la percepción auditiva que subyace al aprendizaje y comprensión del habla.
    6. Ganglios basales y cerebelo: Aunque tradicionalmente no se asocian exclusivamente con el lenguaje, estas estructuras participan en la coordinación y fluidez del habla, así como en el aprendizaje de los patrones rítmicos y secuenciales del lenguaje.

    Estas áreas forman una red compleja que permite a los humanos procesar, entender y producir lenguaje. Sabemos que estas áreas están implicadas en el lenguaje, inicialmente, por las observaciones de las capacidades para entender el habla y generarla de los pacientes que han sufrido algún tipo de daño. Ahora podemos observar mediante técnicas de neuroimagen qué partes del cerebro se ponen en marcha o incrementan su actividad al realizar ciertas tareas relacionadas con el lenguaje. En cualquier caso, esta base biológica confirma lo que viene diciendo Pinker: que la lengua es un proceso cultural, sí, en cuanto a la generación de significados. Pero también es el resultado de unas condiciones orgánicas específicas que no compartimos con otras especies, que sepamos.