Otra vez igual. Me he levantado a las 6:30 de la mañana, totalmente despejado y descansado. En vez de anestesiarme con vídeos sobre temas que abarcan desde la cocina con Thermomix hasta la construcción de megaestaciones ferroviarias en China, me he dedicado a leer. Pero mi Tedeá es muy caprichosa (sí, su nombre se escribe con mayúscula, como todos los nombres propios) y ha decidido que hoy me tenía que dedicar a dos áreas del conocimiento humano: las doce tribus de Israel y las anomias, que es el fenómeno por el que hay personas que no pueden usar nombres comunes. Eso lo explicaré otro día.
Dos cosas tienen que quedar claras aquí: la primera es que parece que las nuevas rutinas me han cambiado el horario. Quién me ha visto y quién me ve, yo que era de los de dormirme a las seis de la mañana. La segunda es que Tedeá me da superpoderes y es la responsable absoluta de que sea una máquina de almacenar datos inservibles excepto cuando tienes que echar una partida al Trivial Pursuit. No recordaré dónde están las llaves, pero sí la fundación del Reino de Judá y que los macabeos eran unos intransigentes que detestaban la influencia griega.
Los griegos, ay los griegos.