Llevamos 24 horas soportando por aquí un huracán en toda regla que tiene al perro Manolo de los nervios, el pobre, no hay manera de explicarle que el viento no hace daño. Aquí sigue, hecho una bolita –o una bolota, que no es precisamente un perro pequeño–, mirándome con cara de «por favor, por favor, cuídame, que tengo mucho miedo». Si a esto le sumamos el ruido de las sirenas, que esto parece la guerra, apaga y vámonos. Yo no sé cómo estaréis viviendo por vuestros lares el vendaval, pero yo hacía mucho tiempo que no veía algo así por aquí, aunque por marzo, ya se sabe –«marzo ventoso»–. Si seguimos así, en abril caerá el diluvio universal –«abril lluvioso»– y para mayo habrá que tener cuidado con las flores asesinas –«hacen a mayo florido y hermoso»–. Y acabo de darme cuenta de que he dedicado un porrón de líneas a hablar del tiempo, hoy, día de la mujer trabajadora.
Hablando de mujeres trabajadoras, parece mentira que el gobierno que tenemos se llame socialista, que es que todavía no he visto ni un anuncio, ni un cartel, ni nada de nada a propósito del tema. Eso sí, he visto unos de la Generalitat Valenciana en la estación de metro de Benimaclet en el que se decía que en Valencia las mujeres tienen más oportunidades. El cartel en sí no tenía nada de especial, pero el que le pintó el bigote y le quitó un diente a la de la foto tuvo mucho arte para elegir el piño a eliminar, qué pedazo de artista, señor.
Me he puesto a buscar en los diarios a ver qué encontraba, pero no he encontrado ninguna estadística suculenta a propósito del tema ni nada por el estilo. Eso sí, he encontrado una joya interesante. Hay un artículo en la edición digital de EL MUNDO que no tiene desperdicio. Al parecer, han hecho una encuesta a sus lectores para que se pronunciaran sobre cuál es el método ideal para trabajar fuera de casa y que la ídem estuviera apañada. Tócate la nariz.
Trabajo como psicóloga en un ayuntamiento y una consulta privada. Durante años, mi marido ha trabajado sólo fines de semana y en verano, se ha quedado con los dos niños y ha hecho las labores del hogar. Aún así llego muchas veces a casa y, aún con la mochila, pongo lavadoras.
Tras un fuerte estrés, dejé un trabajo y he incrementado el precio de la consulta, lo que me permite estar en casa tres tardes a la semana, sin perjuicio económico. Ahora, mi marido ha dejado de trabajar y estamos viviendo en armonía, tras años de trabajar como una burra, dentro y fuera de casa. (Mayte Ahuir)
La primera, en la frente. Vamos a ver, Mayte, si tu marido no trabaja fuera de casa, e. d., es el amo de la casa y rey de la ídem, y aún así tienes que poner lavadoras cuando llegas después del curro, es que tu señor esposo es un huevón, ¿o es que va a resultar cierto aquello de que los hombres no saben poner lavadoras?
Resido en Ginebra y trabajo para un organismo de la ONU. Cualquier empleado tiene el sistema ‘Flexitime’: es decir, se ficha y hay que trabajar 40 horas a la semana, pero de forma muy flexible. Puede entrar y salir cuando quiera, dentro de unos límites, o trabajar al 80% o al 50% durante un tiempo. También es fácil pedir excedencias desde un mes a 11 para estudiar, cuidar a los niños… Creo que la flexibilidad, es la clave. (Rodrigo Conde)
Rodrigo, ya te puedes dar con un canto en los dientes, por trabajar en la ONU, que a saber lo que cobras, por poder negociar los horarios con tu empresa y por poder reducir la jornada dependiendo de tus circunstancias personales. Quien haya podido reducir la jornada en su empresa, que levante la patita o haga un comentario.
Estoy a punto de cumplir los 40 y con tres niños de 7, 5 y 3 años. Por la mañana soy farmacéutica y por la tarde, comercial de ING. Mi marido trabaja como administrativo por las mañanas y por las tardes cuida a los niños, les da la merienda, pasea o juega con ellos en el parque, les ayuda a hacer los deberes, les lee algún cuento y les baña. Inés Moreno.
Inés, ¿eres farmacéutica y estás de comercial en ING? Sí, tu caso es el de miles de farmacéuticas en España. Hay que joderse. Yo creía –si me equivoco, me corregís–, que ser farmacéutico era un chollo –relativo, claro, supongo que dependerá de si la farmacia es tuya o no–. Por cierto, hace poco leí una entrevista en EL PAÍS a una farmacéutica que decía que su facturación se había estancado en los 30.000 euros mensuales y que eso era calderilla. No sé cuánto pagarán a los proveedores, pero ¿desde cuándo son cinco millones de pesetas simple calderilla? Otra vez, si me equivoco, me corrijan.
La solución es el TELETRABAJO. Aparte de que a la empresa le reduce costes, a ti como empleado te da libertad de realizar tu trabajo en las horas que mejor te convengan, pudiendo compaginar las labores domésticas y la atención a tus hijos. (Miguel Ángel Antón Cuñado)
Otro caso representativo donde los haya. Supongo que hay cienes y cienes de empresas que ofrecen el teletrabajo a sus empleados.
Soy abogado procesalista. Cuando nació mi hija me tocó asumir todo el peso del departamento y casi fallezco en el intento. Entonces, trabajaba ‘a tope’, de 10.00 horas a 14.00 horas y de 4.00 horas a 21.00 horas. Aprovechando el nacimiento de mi segundo hijo, negocié un cambio de jornada laboral, con el compromiso de emplear las horas extra precisas para sacar adelante el trabajo. Ahora, el 90% de las veces salgo a las 19.30 horas y cuando llegamos mi marido y yo a casa jugamos con los niños, los bañamos y cenamos los cuatro. Después, les leemos un libro o vemos un ratito de dibujos y ¡a la cama! Evidentemente, no encuentras tiempo ni para depilarte, pero compensa. (Beatriz Rúa)
No quiero entrar en polémicas, pero ¿Beatriz no es abogadA? Vamos, digo yo.
Estoy separada, con pareja y una niña de 4 años. Mi hija sale del colegio a las 17.00 horas, al mismo tiempo que yo del trabajo. Salgo volando a recogerla. Luego, hago las compras, llego a casa, jugamos un ratito y, cuando ella está más entretenida tiendo la ropa, recojo… La acuesto sobre las 20.30 horas. Este es mi secreto: hacer las cosas cuando la nena duerme, bien por la noche o por la mañana temprano. Mi pareja ayuda dependiendo del turno de trabajo que tenga y, aunque no es muy a menudo, se agradece. (Fátima Martínez Torres)
Fátima es la única que ha contado una historia que me suena de todas las que he leído. El único truco para la gente de carne y hueso –y no para esos que trabajan para la ONU, son concertistas de piano y hablan cinco lenguas– es currar como una mula, hacer encaje de bolillos con el tiempo y el dinero y aguantar insultos como que las mujeres que tengan un hijo cobren 100 euros mensuales en concepto de ayuda.
Y hablando de ayudas, leo en LEVANTE que hay 44 afectados por la rotura de la presa de Tous que, después de 25 años, que se dice pronto, todavía no han cobrado las compensaciones por la catástrofe debido a un error en la transcripción de sus datos personales, hay que joderse:
Populares, socialistas y EU-l´Entesa presentaron conjuntamente una proposición no de ley en la que se reconoce la situación de 44 damnificados de las poblaciones de Carcaixent, Antella y Sumacárcer que no han cobrado aún sus indemnizaciones por un error en la transcripción de sus datos personales en el expediente administrativo.
El Parlamento valenciano manifiesta «su total adhesión» a sus reivindicaciones para que «puedan ser resarcidos por los daños padecidos como consecuencia del hundimiento de la presa de Tous», el 20 de octubre de 1982, y que provocó «una de las mayores catástrofes» de la Comunitat Valenciana.
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