Llevo 24 horas rumiando lo que iba a escribir a propósito de este artículo en EL PAÍS. Su título:
¿Es la Wii una consola gay?
Atención: “una consola gay”. Gay. Gueeeiii. “Consola gay”, analicemos el conceto, sí, con-ce-to. En el artículo del portal dicen textualmente:
“¿Existe algún personaje de videojuego más gay que ese osito fontanero que podría salir en el desfile del Orgullo ataviado de leatherona del píxel?”
Afirman que la Wii es gay –y tendría que decir que más que a la consola se refieren a los juegos de la casa NINTENDO– por la cantidad de personajes ambiguos que aparecen en los juegos: Luigi –que de gay no sé lo que tiene, sinceramente–, Link –el personaje principal de la saga de ZELDA, al parecer es un icono gay, atención– y Birdo, “el primer personaje transexual de los videojuegos” [sic.] porque pasó de ser un dinosaurio de color rosa aparentemente masculino a llevar un lazo en la cabeza y pestañas de casa de disfraces, que digo yo que siguiéndoles el juego habría que decir que más que transexual Birdo es el primer cibertravesti –o, más propiamente, travesti pixelado–, porque no sabemos si, en realidad, ha cambiado de sexo o no. Ricemos el rizo. No sabría decir si Floro Piranha (la planta carnívora de abajo) es una lesbiana con mucha pluma –el nombre me desconcierta– o quizá resulte que Bowser y su hijo son la primera familia monoparental de la historia de los videojuegos, la Princesa Peach es la primera mariliendre oficial NINTENDO, los ShyGuys todavía no han salido del armario y el Comecocos el primer personaje con trastornos de la alimentación. Y podríamos seguir ad nauseam, empezando por los doscientos pokémon y terminando en los Lunnis, pasando por Heidi, Marco y el mismísimo Mazinger Z, que ése da mucho juego.
Otro de los argumentos –y este me parece bastante más cutre– es que uno juega con la Wii quemando calorías, lo que redunda directamente en beneficio de nuestra figura, obviamente, porque cuando uno juega lo hace por quitarse michelines y tonificar los músculos, cosa que, al parecer, sólo hacen los gays y nadie más –lo de preocuparse por la figura–. Una tesis más. Como los juegos de NINTENDO no suelen ser violentos, gustan a los jugadores menos violentos de todos: los gays, de lo que se deriva que el resto de jugadores tienden a ser más violentos.
Resumo el resto de argumentos del artículo original con sus correspondientes conclusiones.
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El nombre “Wii” ahuyenta a los hombres porque les suena mariquita. Conclusión: los ingleses son todos unos maricones teniendo en cuenta el pronombre que usan para la primera del plural.
- La consola es blanca con toques azules. Conclusión: los que usan Mac son unos mariconazos todos.
- Con la Wii se juega de pie, quemando calorías. Conclusión: todos los hombres que se preocupan por su peso son unas nenas. Las gordas son todas lesbianas.
- Todos los personajes que aparecen en los juegos para la consola son amables. Conclusión: los personajes de otras consolas son todos unos impertinentes y los niños que juegan con Mario deberían ir al psiquiatra para que les dieran una descarga en el coco, por mariquitas. Por extensión analógica, para ser un hombre como dios –con minúscula– manda, hay que ser un arisco.
- Cogieron a Jesús Vázquez para abrir mercado. Conclusión: todo lo que hace Jesús Vázquez es de maricones, como jugar a la Wii, el concurso de las cajas, ir al gimnasio, ganar mucha pasta, peinarse, lavarse la cara, dormir, existir…
- El concepto de los juegos para Wii es completamente diferente a los de PlayStation, por ejemplo: los primeros son juegos para grupos, juegos sociales, mientras que los segundos son para gordos frikis informáticos que comen donuts y encargan pizzas y coleccionan tebeos del Vengador Radiactivo o, directamente, son unos mascachapas. Conclusión: para ser un hombretón uno tiene que ser un fan del hiperrealismo [sic.], que los expresionistas eran todos unos maricones, por no hablar de los dadaístas. Si juegas a la Play eres un informático mascachapas que come pizza.
Pues menos mal que se trata de un portal gay, que si el reportaje llega a salir en La Razón, apaga y vámonos.
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