• Llevo desvelado un buen rato y son casi las ocho de la mañana del domingo 22 de septiembre de 2024. He desayunado y del aburrimiento (porque no puedo concentrarme para trabajar) me he puesto a limpiar el baño. He usado un spray del que me habían hablado y del que aquí son muy fans.

    No es que funcione especialmente mejor que otros productos, pero es rosa y me estoy aficionando a las cosas rosas. Empecé para dar ejemplo de que los niños también pueden tener cosas de color rosa, igual que las niñas y los tíos raros como yo. Y ahora se me ha ido de las manos. Pero además de que sea rosa, es que el olor me la pone dura. No huele a lejía pero sabes que está limpio (o te lo hace creer, que es lo importante). La pantalla del portátil te la deja como los chorros del oro. Es como el Cillit Bang, pero sin el olor ese asqueroso. Luego lo pruebo en el horno.

    Mirad si estoy aburrido, oye… y que conste que no me pagan por esta review.


    Que tengan que venir a ayudarme con casi todo me desespera. Por lo menos no voy a pasar la ITV yo. Qué bien tener amigos que me ayuden con esto. Me han llevado el coche al taller para cambiarle los frenos, los filtros y dejármelo a punto para pasar la revisión.


    Son las 14:13 y han venido unos compañeros a traerme comida preparada para dejarla en el congelador y para cenar esta noche (lo que, en teoría, debería ocurrir en cuatro horas y no va a pasar). Me quejo porque quiero quejarme.

  • 10:19

    He dormido 10 horas y media y me veo guapa. Como el mar.


    20:30

    Hoy he ido por primera vez a hacer la compra yo solo. Allá que voy con mis muletas y mi mochila para cargar lo imprescindible. Muy despacio. Me agoto.

    Me encuentro con mucha gente a la que le tengo que dar los últimos detalles porque me preguntan. Lo hacen por ser amables y de buena fe, lo que no saben es el cansancio que llevo encima y que parar para saludar y explicar las cosas me cansa todavía más.

    Por mi trabajo no puedo ser un borde. Tengo que atender a todo el mundo, sonreír y dar conversación.

    Hoy es uno de esos días en los que me encantaría que aquí no me conociera ni el tato.

  • Estoy de vuelta y he ido a trabajar. Sólo he estado unas horas y la mayoría del tiempo me las he pasado explicándole a todo el mundo qué me había pasado y escuchando quejas. Sin mí, la gente ha hecho lo que ha considerado oportuno. De buena fe y, en la mayoría de los casos, con buen criterio. Pero de forma individual y sin considerar las consecuencias de sus acciones en los demás. Claro, la han liado pardísima.

    Todo sigue en su sitio, menos mi pierna.

  • He llegado a casa, después de pasarme todo el día recibiendo ayuda de, al menos, diez personas. Gracias a que todo esto ya está regulado y al reservar el billete puedes pedir que te lleven en silla de ruedas. Lo del ambulift (foto más abajo) ha sido de traca. Medio aeropuerto paralizado porque tenían que llevarme en tartana al avión. Pero menos mal, porque yo solo no podría haberlo hecho.

    ¿Cómo sería volar hace 30 años, sin todas estas movidas? Imposible, ya te lo digo yo.

  • Me voy mañana y todavía no he preparado nada. Me voy con alegría y con ganas. ¿Verdad que ayer decía que me moría de ganas por tomar el control de mi vida otra vez? Pues olvídate, que me voy con pesar y con tristeza. Justo ahora que estaba empezando a pasármelo bien y a tener «verano».

    Ya no hay infección visible, la inflamación ha bajado, no tengo fiebre, los dolores los tengo a raya y el movimiento está volviendo, aunque nunca volverá del todo.

    Problemas de primer mundo a tope.


    Ser de izquierdas es muy difícil: te exige un nivel de ética que a veces es difícil. La teoría todo lo aguanta, la práctica es más difícil. Igual es que me exijo demasiado. Igual es que hay algunas ideas que son extremadamente difíciles de poner en marcha.

  • Sigo sin poder moverme de Valencia y sin muchas ganas de escribir por que tengo la cabeza pendiente de otras cosas. De la recuperación, de la ITV del coche (sí, la ITV de un coche que está a 2000 quilómetros de aquí) y de qué me voy a encontrar a mi vuelta, por ejemplo. Necesito volver a coger la rutina y poder centrarme en lo que me gusta: lo que he estado haciendo estos dos últimos meses pero porque yo lo decida y no por haber estado convaleciente.

    A veces es muy difícil no quejarse de la vida, aunque lo tengas todo. Es cierto que hay muchas personas que lo están pasando peor que yo, y eso me hace sentir culpable por quejarme. Al comparar mi sufrimiento con el de los demás me parece que soy un niño mimado que lo he tenido todo en la vida y que no tengo derecho a sentirme mal.

    También sé que las experiencias humanas son relativas, y lo que a uno le afecta profundamente puede parecer insignificante para otro. Todos tenemos nuestras propias movidas, y minimizar el propio dolor no lo hace desaparecer y es posible que, incluso, sea perjudicial.

    Es injusto añadir una capa de culpabilidad a una experiencia que es dolorosa. Creo que todas merecemos un espacio para sentir y procesar nuestras emociones y nuestras vivencias, sin necesidad de compararlas constantemente con las de los demás. Al final, el sufrimiento no se mide en una escala universal, y tenemos el derecho a cuidarnos y darnos permiso para sufrir, sin importar lo que esté sucediendo alrededor.

  • Cuando uno está enfermo, todo el mundo parece saber exactamente lo que debes hacer. Es como si tu salud fuera un tema de dominio público y todos tuvieran la receta mágica para solucionarlo. Lo saben todo y no dudan en compartir su opinión de mierda, aunque nadie se la haya pedido.

    Lo peor es que, si les dices algo, de inmediato pasas a ser un borde que no sabe aceptar ayuda, el arrogante que no sabe aceptar un consejo y el soberbio que siempre piensa que lo hace todo bien. Si me quedo en silencio termino enredado en un mar de consejos no solicitados, como si de repente fuera incapaz de pensar por mí mismo, como si fuera estúpido.

    ¿Por qué la gente no puede callarse? Si no he pedido tu opinión de mierda, ¿por qué insistes en dármela? Solo quiero silencio, porque mi vida no es mi enfermedad. De verdad que no lo es.

  • La manera en la que cada enfermo vive un síntoma, como es el caso de la fiebre, es única. De la misma manera que, ante un dolor exacto, dos personas lo toleran de forma muy distinta, igual ocurre con el aumento de la temperatura corporal. Por este motivo es importante realizar un registro de la temperatura corporal en los procesos infecciosos, siendo el método más recomendable la medición axilar mediante termómetros de contacto. Dos personas pueden tolerar la fiebre de manera muy diferente, sin embargo, debemos guiarnos por medidas objetivas como la medición de la temperatura corporal.
    
    Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, visitar la página.

    A ver si entendemos que las experiencias humanas son individuales y son muy difíciles de cuantificar.